Foto: Arriba, Augusto Pinochet Ugarte, Hugo Banzer Suárez y Jorge Rafael Videla. Abajo, Alfredo Stroessner Matiauda y Augusto Pinochet.



Martín Almada, premio Nobel Alternativo de la Paz
Plan Cóndor, el poder repartido en Pinochet y Banzer

Rafael Sagárnaga La Prensa. La Paz. Bolivia



“Tras hallarse y analizar los archivos secretos, nosotros descubrimos que el (Plan) ´Cóndor´ tenía doble cabeza, era bicéfalo. Era como una división del trabajo: el dictador chileno Augusto Pinochet Ugarte debía limpiar el Estado, la sociedad civil y la sociedad política de comunistas, y el dictador boliviano Hugo Banzer Suárez tenía que limpiar la Iglesia Católica por dentro” Dos características de la personalidad de Martín Almada, activista de los derechos humanos, tienen extendida fama: incansable en sus proyectos y su constante buen humor. Esta última se la puede advertir apenas se entabla conversación. Sus amigos aseguran que su entusiasmo lo salvó del infierno. Ese que le dejó secuelas, lastimando prácticamente todo su organismo y causando la muerte de su primera esposa. En cuanto a su dinamismo, bastará sumar que en los últimos meses lucha por la entrega al Estado de los bienes que detentan los herederos del dictador paraguayo Alfredo Stroessner (†). Además trabaja para que Brasil haga públicos documentos que esconde desde la guerra de la Triple Alianza. Precisamente, luego de brindar esta entrevista, empezó a hacer maletas para dirigirse a San Pablo. Paralelamente, no cesa en su labor de desvelar los archivos secretos de uno de los peores genocidios de la historia. Allí, los bolivianos fueron tanto víctimas como verdugos. —A muchos nos recuerda al genocidio nazi o a la inquisición medieval.

¿Por qué nuestros pueblos padecieron el llamado Plan Cóndor?


—Bolívar decía: “Nuestra ignorancia siempre fue planificada desde Washington”, y pienso que nuestra democracia también está planificada. Tuvimos en un tiempo la Operación Cóndor, ese pacto militar entre los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay. Primero seis países, parece que después entraron Perú y Ecuador. Se impuso el sistema neoliberal a la fuerza. Entonces, el “Cóndor” viene a ser la respuesta estadounidense a los avances que había en América Latina, a los reclamos de soberanía en los años 50 y 60. En Guatemala, con Jacobo Arbens, y luego en Bolivia, con un Víctor Paz Estenssoro revolucionario para su época; después Fidel Castro, Juan Domingo Perón y Joao Goulart. Era una época de efervescencia de gente que quería justicia y libertad. No eran comunistas, ¿verdad? Eran nacionalistas-progresistas. Pero según el acta de los archivos secretos que hemos encontrado aquí, en Paraguay, el Plan Cóndor decía que tenía por objetivo “salvar a la civilización occidental y cristiana de las garras del comunismo”.


¿En qué medida pesó la participación de los militares bolivianos en el Plan Cóndor?

—Participaron intensamente. Se llamaba mayor Carlos Mena el que firmó el acuerdo por Bolivia, pero no se reduce a eso… Lo interesante resulta que, normalmente, la prensa presenta a Augusto Pinochet como el ejecutor del Plan Cóndor en América Latina y a Henry Kissinger como el mentor en Estados Unidos. Sin embargo, pasa el tiempo. Tras hallarse y analizar los archivos secretos, nosotros descubrimos que el (Plan) “Cóndor” tenía doble cabeza, era bicéfalo. Era como una división del trabajo: Pinochet debía limpiar el Estado, la sociedad civil y la sociedad política de comunistas, y Hugo Banzer Suárez tenía que limpiar la Iglesia por dentro.

¿Banzer era la otra cabeza del Plan Cóndor?

Sí, sí, él era la otra cabeza, la otra parte del Plan Cóndor. Una cabeza de la que no se habla, se la oculta. Inclusive tenemos la “receta” de Banzer, que consta de 17 puntos y es de 1971. Allí él decía cómo proceder con la Iglesia Católica boliviana para liquidar comunistas. Y luego esa receta se aplica en toda América Latina.

¿Específicamente en qué documento se halla la receta de Banzer?

La primera pista sobre Banzer la encontramos en un documento llamado Diálogo Social de Panamá, que era de la Iglesia Católica en su ala progresista. Figuran los 17 puntos establecidos por Hugo Banzer. Luego nos pusimos a analizar caso por caso y descubrimos que se los aplicó en Paraguay, en Argentina, en fin… Todos los crímenes dentro de la Iglesia Católica. La persecución y asesinato de sacerdotes, monjas, obispos e inclusive del monseñor Arnulfo Romero, en El Salvador, cae dentro de la receta de Banzer. Y cuando murió Banzer, me llamó la atención ver que en el entierro del ex dictador estaba muy presente la Iglesia Católica boliviana. Él fue despedido por la Iglesia, con todos los honores. Inclusive le dieron el pasaporte para ir al cielo. En la Iglesia trataron de ocultar la intervención de Banzer en la persecución en Bolivia y en América Latina.

¿Banzer trabajó ese plan para todo el hemisferio?


La receta, inicialmente, era para Bolivia, pero se amplió; resultó ser una buena receta para la derecha y la ultraderecha latinoamericanas.


¿Cuáles eran específicamente los puntos más importantes de esta receta del dictador boliviano?


Recuerdo, por ejemplo, que en Bolivia había un monseñor progresista, Jorge Manríquez. Él era el objetivo. Entonces, deciden aplicar el documento. En ese momento surge un coronel —ahora no recuerdo el nombre— que no tuvo el coraje de cumplir con la receta de Banzer. Luego lo reemplazan por un coronel Vacaflor, que se anima y trabaja estrechamente con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA). Al repasar la receta decía: “No atacar la Iglesia de frente. Llegar de noche, en un vehículo sin matrícula, con radio. En altas horas de la noche apresar a sacerdotes y monjas. Dejar armas y panfletos revolucionarios en el lugar”. De todo esto me llamó la atención la frialdad de Banzer para planificar cómo aniquilar la supuesta “comunistización” de la Iglesia boliviana. Incluso recuerdo que había un militar de apellido Maza que trabajaba para la CIA y fungía como el nexo para la liquidación de religiosos.


¿Hay una relación entre la receta Banzer, el Plan Cóndor y la “célebre” Escuela de Las Américas?


Conocí a un sacerdote, muy especial, el estadounidense Roy Bourgeois, de la orden Maryknoll. Él antes había sido capitán del Ejército de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. Peleó allí, quién sabe a cuánta gente mató o si vio tantas cosas y no soportó más, volvió a su país y se metió de sacerdote. Su organización lo mandó a Bolivia, a La Paz. Tomó contacto con la realidad boliviana y se identificó con sus luchas. Por ello, Banzer lo hizo torturar. Todos los que torturaron a Bourgeois pertenecieron a la Escuela de Las Américas. Desde entonces él hizo campañas en las que demandaba el cierre de esa escuela. Una de esas protestas le costó que el Gobierno de George Bush lo mandara a la cárcel. Hoy, Roy Bourgeois es nuestra bandera para que se cierre la Escuela de Las Américas, que actualmente funciona en la Escuela de Georgia.


¿Sabe si el presidente Barack Obama hará algo al respecto?


Le he mandado una carta a Obama. Le digo ahí que acá hay democracia, que no hay necesidad de formar torturadores a esta altura del partido. También le cuento mi historia. Le explico que fui torturado, pero que yo no hice cursos de torturado. En cambio, todos mis torturadores hicieron cursos en la escuela que estaba en Panamá. En ese marco, le comunico que me adhiero a la causa de los propios estadounidenses, como el sacerdote Roy Bourgeois y todos los que están presos por pedir el cierre de la Escuela de Las Américas. Finalmente, le sugerí al nuevo Presidente de EEUU que ese portentoso edificio, que ha costado no sé cuántos millones de dólares de los impuestos de sus ciudadanos, sea transformado. Le sugiero que lo conviertan en una escuela de derechos humanos y de ecología, por ejemplo.


¿Cree que le respondan los estadounidenses?, ¿recuerda las veces en las que usted ha hablado con autoridades de ese Gobierno?


Te cuento algo que hasta hoy nunca conté a nadie. Como sabes, yo recibí en el Parlamento sueco el Premio Nobel Alternativo de la Paz en 2002. Hasta antes de ese año, cuando los embajadores me llamaban, yo iba a las embajadas. Pero desde que recibí el premio, cuando los embajadores me llamaban, yo les pedía que me visitaran en mi oficina. Hace como siete años, un día me llaman de la Embajada de Estados Unidos. Voy y me entero de que vino el director comandante de la Escuela de Las Américas. En la reunión, por la pinta, yo sabía quiénes eran militares paraguayos. En la mesa, en una de las cabeceras estaba el director comandante y en la otra yo. Entonces, él aprieta un botón y aparece en las pantallas el título La Política de EEUU en la Nueva Escuela de Las Américas.


¿Qué de nueva tenía?


Me dijeron que iba a ser la escuela de formación de derechos humanos. Entonces, el director comandante me dijo: “Queremos tener el honor de que usted abra el curso escolar del presente año. Le pedimos que dé una clase magistral a todos los militares de América Latina”. Luego me mostraron lo que es ahora esa escuela, el currículum, la misión, el objetivo, etc. Me quedé calladito. Hasta que me preguntaron mi opinión. Señor Comandante, le dije, yo veo que el 90 por ciento del programa que me acaba de mostrar sigue siendo la represión y sólo el 10 por ciento los derechos humanos. Si usted invierte el programa y pone el 90 por ciento de las materias para derechos humanos y el 10 por ciento para represión, entonces cuenta con mi presencia en las clases.


Así que lo invitaron a formar parte de la Escuela de Las Américas…

Pero no sólo eso. En los Archivos Secretos (de Paraguay) habíamos encontrado un documento titulado Cómo mantener vivo a un torturado, publicado por la Escuela de Las Américas. Misteriosamente desapareció, pero por suerte los periodistas le habían tomado fotografías a la tapa. Este comandante se me acercó y me preguntó, en volumen muy bajito, qué había sido de ese texto Cómo mantener vivo a un torturado. Yo, como recordándole parte de las consecuencias de las torturas que sufrí, me hice al sordito, y le decía: ¿Cómo dice comandante?, y él repetía la pregunta más fuerte, y yo le volvía a hacer la solicitud. Claro, mi intención era que todos escucharan esa pregunta. Y lo logré.

¿Cómo acabó la reunión?

El comandante y los militares de Estados Unidos se decepcionaron de mí. A la llegada me recibieron muy bien. Después de mi negativa, al final, me dejaron con los militares paraguayos. Me fui con uno de ellos. En el camino me dijo: Lo felicito. Así hay que tratar a estos bandidos. Me siento orgulloso de usted.

Volviendo al Plan Cóndor, ¿cuán articulados trabajaron los militares sudamericanos? ¿Cuán real es la figura de “transnacional del terror”?

Para ellos, yo era algo así como un Bin Laden. Cuando me apresaron, me llevaron ante un tribunal formado por militares de Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Chile y Paraguay. Yo, al frente, en el banquillo. Me torturó primero un militar chileno. Creía que sólo funcionaron tribunales militares de este tipo en Paraguay, pero ahora encontré un documento militar que sostiene: “Los agregados militares en La Paz vinieron a Paraguay”. Quiere decir que en Bolivia pasó igual. Sabemos que el “Cóndor” no sólo era bicéfalo (Pinochet-Banzer), sino que hubo tribunales militares en Bolivia. ¿Por qué ellos (los agregados) vienen acá y se reúnen con los otros? En suma, lo urgente ahora es conseguir la lista de los agregados militares en la época de Banzer. Ellos funcionaban como equipo. Eran una multinacional de la represión. La Operación Cóndor fue una red de militares, la Policía hacía el trabajo sucio.

Recuerdo que al principio de la revelación del Plan Cóndor casi no se citaba a Hugo Banzer; ya meses después usted lo mencionó. ¿Puede rememorar cómo fue esto?


Yo voy denunciando y acusando porque tengo acceso a los archivos secretos. Entonces, cuando alguien es nombrado acá o en el exterior, reviso, y si está, lo denuncio. Y no hago mis denuncias aquí, sino viajo y las hago en Madrid o en Washington. Ellos ya saben que, cuando viajo, algo voy a decir. Bueno, Banzer logró en gran medida tener un perfil bajo en el Plan Cóndor. Lo denuncié en París. Era el 50 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1998). Como fui condecorado por el Gobierno francés, tenía que dar un discurso. Anuncié allí que Banzer estaba metido hasta el cogote en el Plan Cóndor. Claro, los diplomáticos bolivianos (Banzer gobernaba Bolivia) hicieron un escándalo. Pero salió un boliviano que era representante en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Fernando Laredo, y me felicitó. A mi regreso a Paraguay pasó algo extraño. Me llamó el embajador boliviano, era Luis Gonzales Quintanilla. Yo no podía entender qué pasaba, estaba perdido. No podía entender… Sabía la historia de Gonzales como revolucionario contra la dictadura, ¡pero ahora era embajador de Banzer!


—Son tiempos en los que aún no se salda la deuda del “Cóndor”. En Bolivia, por ejemplo, jueces y fiscales liberan a los implicados y traban los casos. Otros andan libres. ¿Cuál es el estado del “Cóndor” actualmente?


Pienso que el “Cóndor” no ha muerto ni ha emigrado. En palabras de este tiempo, considero que se ha globalizado. El “Cóndor” sigue volando. En mayo de 1997 encontramos un documento militar paraguayo. Allí, un coronel, Francisco Ramón Ledesma, le manda una nota a un coronel ecuatoriano y le dice: “Aquí le mando la lista de los subversivos paraguayos”. Yo pedí que ese militar declarara. Vino con tres abogados militares. En la audiencia resulta que cometí el desliz de decir “que hable el asesino”, en lugar de “que hable el declarante”. Eso desató un escándalo. También motivó que el coronel perdiera los estribos y habló mil cosas. Dijo, por ejemplo, que ya en 1995 se habían reunido, en Bariloche, Carlos Saúl Menem y Augusto Pinochet e intercambiaron listas. Le dije: ¿Dónde nació este asunto “Cóndor 2”? ¿Quién lo dirige?. Él respondió: En los Estados Unidos.


¿Cómo se llama ese organismo que lo dirige?

Conferencia del Ejército Norteamericano. Así, el “Cóndor” sigue volando, porque con George Bush y con Irak había cárceles clandestinas en Europa.

He confirmado su afamado buen humor. ¿Es cierto que lo usó en la primera línea de las torturas? Me refiero a esa anécdota gramatical de la que hablan sus amigos.


Ah… sí. Para humillarnos, los militares no nos llamaban por nuestros nombres, sino que nos trataban como “individuo” o “sujeto”. Un día, por mala conducta, me llevan a ser interrogado por un coronel. Era un individuo que, pese a ser casi analfabeto, hizo el curso en la Escuela de Las Américas. Se me acerca. Yo estaba desnudo. Y, despectivamente, me dice: ¡A
veeerrr, sujetooo!. Y yo no le hago caso. Él insiste: ¡A usted le hablo, sujetooo!. En ese instante, le respondí: Le comunico a usted, coronel, que he dejado de ser sujeto. —¿Qué es usted ahora?, me dijo. —¡Predicado!, contesté. El coronel entró en su laberinto y se puso a mover la cabeza.


El activista paraguayo pide a Bolivia abrir sus archivos El activista de los derechos humanos paraguayo Martín Almada pidió al canciller boliviano, David Choquehuanca, la apertura de todos los archivos del país relacionados con la Operación Cóndor, coordinación represiva de las dictaduras militares de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay entre los años 1975 y 1985. En una nota remitida a esa autoridad, Almada le ruega “interponer sus buenos oficios ante el presidente de la República, Evo Morales, para que se abran todos los archivos oficiales de Bolivia referidos a la Operación Cóndor”. Almada destaca que el Gobierno boliviano encontró un Archivo del Terror en los sótanos del Ministerio del Interior (hoy Ministerio de Gobierno), archivo similar al que él y otros descubrieron en territorio paraguayo en diciembre de 1992. Sostiene en la misiva al Ministro de Relaciones Exteriores boliviano que ese descubrimiento constituye un “avance en el ámbito de los derechos humanos”. El Premio Nobel Alternativo de la Paz considera que en el futuro puede haber intercambios de información y de asistencia técnica para la creación de un Museo de las Memorias en La Paz. E igualmente sugiere a Choquehuanca que dé instrucciones a la Embajada de Bolivia en Berlín, Alemania, para que informe sobre la documentación que existe en este país europeo sobre la represión en Bolivia en los duros años dictatoriales del siglo pasado. (Diario ABC) DE PERFIL Tiene 72 años. Es doctor en pedagogía y abogado. Convertido en sindicalista en los años 60, su vida resultó marcada por la dictadura de Alfredo Stroessner. Desde 1974 hasta 1977, el Gobierno paraguayo lo condenó al presidio y las torturas. La represión también causó la muerte de su esposa, Celestina Pérez, tras sostenidas presiones psicológicas. Fue exiliado a Argentina y Panamá. La UNESCO lo llevó a trabajar en París. Tras su retorno a Paraguay, en 1990, se dedicó a la defensa de los derechos humanos. En 1992 descubrió los Archivos Secretos de la Policía Política de Alfredo Stroessner, los llamados “Archivos del Terror”. El contenido de ese material alcanzó fama mundial al revelar el sistema internacional militar de represión conocido como Plan Cóndor. Almada fue el observador en varios juicios internacionales a represores de los años 70. Ha recibido decenas de distinciones, entre ellas la del Premio Nobel Alternativo de la Paz, que le otorgó el Parlamento sueco en diciembre de 2002.

“Hoy, el sacerdote estadounidense Roy Bourgeois es nuestra bandera para que se cierre la Escuela de Las Américas, que actualmente funciona en la Escuela de Georgia… Pienso que el ‘Cóndor’ no ha muerto ni ha emigrado. En palabras de este tiempo, considero que se ha globalizado. El ‘Cóndor’ sigue volando, porque con el ex presidente George Bush y con Irak había cárceles clandestinas en Europa”