Análisis
comparativo del proceso nacionalista en América Latina
Tres tipos de burguesía; tres grupos
de países
Artículos de
Opinión | Fernando Dorado Popayán | 03-02-2012
Éste escrito surge de un sucinto análisis de las similitudes entre las
naciones y pueblos de México y Colombia que se publicará en el Libro Colectivo
“La Neta Revelada”, editado y compilado por el escritor y periodista Juan
Francisco Belmont desde su exilio en Canadá.
Considero que es útil y necesario realizar un ejercicio comparativo de
nuestros países. El objetivo es explicarnos por qué en unos países aparecen
líderes de la talla de Fidel Castro o los Ortegas, Chávez, Correas o Morales,
en otros del perfil de Lula como los Kirchner, Tabaré Vásquez, Mujica, Rousseff
o Bachelet, y en unos más, del tipo de Funes, Humala o Lugo.
“No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino que,
al contrario, es su ser social el que determina su conciencia” [1] . Esta
famosa frase de Marx, que es la esencia de su enfoque materialista dialéctico
aplicado a la historia social, nos sirve de brújula para realizar esta concisa
comparación de nuestras sociedades, pueblos y “naciones”.
Antes de avanzar es importante aclarar que éste análisis no tiene como
respaldo grandes estudios académicos ni “científicos” sino que surge de los
esfuerzos de un activista social que se alimenta de la luchas de los pueblos de
la región y que – desde la empyria – intenta aplicar sus conocimientos a la
explicación de nuestra compleja realidad.
Tres (3) tipos de burguesía a la cabeza del bloque oligárquico y tres
(3) grupos de países
En América Latina está en desarrollo una revolución nacionalista contra
los bloques de poder oligárquicos. Éstos entregaron la soberanía de nuestra
región al control del FMI y el Banco Mundial BM. Aplicaron durante los años 80s
y 90s del siglo pasado el paquete neoliberal del Consenso de Washington
impuesto por el gobierno de los EE.UU. Reagan y Thatcher mandaban.
La clasificación que se presenta se basa en la identificación de la
clase social o sector de clase que lideraba o lidera en cada país a ese bloque
oligárquico. Ello determina del otro lado –por contraposición– qué clases o
sectores de clase encabezan el bloque subordinado en la lucha democrática por
independencia, soberanía y autonomía. Las clases sociales que de acuerdo a este
análisis se disputan el poder en el bloque oligárquico son: Una burguesía
trans-nacionalizada que es directa heredera de la clase terrateniente que
industrializó el campo bajo el modelo “prusiano”; una burguesía burocrática
parasitaria que se fortaleció durante el auge del “Estado de Bienestar”; una
burguesía industrial que creció durante el período de la sustitución de importaciones
(1945-1970), y algunos rezagos de la clase terrateniente que sobrevivió en
aquellos países en donde no se profundizó la reforma agraria.
Así, los tres grupos de países por orden geográfico son:
Grupo A:
Chile, Paraguay, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador,
Guatemala, República Dominicana y México. En ellos la clase gran terrateniente
encabezó el bloque de poder hasta los años 80s A partir de esa fecha se recicló
en burguesía trans-nacionalizada y financiera a la sombra del poder imperial y
de la entrega de nuestras riquezas y empresas al gran capital. En esos países las
burguesías industriales fueron débiles y se subordinaron –con algunas
excepciones–, al poder oligárquico-imperial. México y Costa Rica tienen
características particulares dentro de este grupo, dado que por circunstancias
especiales realizaron reformas agrarias más profundas. Allí, a la sombra de los
grandes terratenientes, las burguesías burocráticas acumularon un importante
poder.
Grupo B: Argentina, Brasil y
Uruguay. Son países en donde el bloque de poder oligárquico está hegemonizado
por una burguesía industrial, que compartió el poder durante el siglo XX con la
clase terrateniente pero que por condiciones de migración, acumulación de
capitales durante el esclavismo y otros fenómenos, consiguió –después de muchas
tensiones y conflictos– ponerse a la cabeza de Estados nacionales, y mantener
una relativa autonomía frente a Europa y EE.UU.
Grupo C: Bolivia, Cuba,
Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Países en donde el bloque de poder oligárquico
era dirigido –hasta antes de las revoluciones– por una clase burocrática
parasitaria (compradora y entreguista) que supervivía en alianza con una
retrógrada clase terrateniente y una débil burguesía industrial. Eran el
eslabón débil de la cadena imperial.
En cada uno de los países que hacen parte de cada grupo existen
similitudes asombrosas. Claro, también, importantes diferencias. El poder
oligárquico de los países del Grupo A es legatario directo de las 3 Reales
Audiencias (Virreinatos) españoles y sus gobernaciones más fuertes (Nueva
España-México; Nueva Granada-Colombia; y Nueva Castilla-Perú) en donde
perduraron las oligarquías terratenientes. Los países de los otros dos grupos
tuvieron fuertes influencias migratorias o desarrollaron un espíritu libertario
desde la época colonial y republicana.
¿Cómo avanza la revolución democrático-nacionalista en cada grupo de
países?
El avance de la democracia nacionalista tiene grandes diferencias en
cada grupo. Empecemos por el Grupo C. Allí la revolución nacional es dirigida
por las clases subordinadas en alianza con débiles sectores de la burguesía
nacional, en contra de los grandes terratenientes y de la burguesía
“compradora”. Ello explica la tremenda y permanente polarización política,
tanto interna como externa con el bloque de oligarquías regionales y el
imperio. Ellos se apoyan mutuamente. En el Grupo B, el proceso de cambio es
encabezado y canalizado por la burguesía nacional en alianza con sectores
organizados de los trabajadores y sectores medios de la sociedad. Ese frente
político aguanta a los terratenientes y a la burguesía comercial. La
polarización es menor por cuanto el proyecto “nacional” en cabeza de la
burguesía le garantiza a todas las clases poderosas y propietarias la
contención de los campesinos que luchan por la tierra, la explotación eficaz de
los trabajadores y participar de los beneficios del crecimiento económico.
En el Grupo A la burguesía trans-nacionalizada está al frente de la
hegemonía oligárquica. Ésta ha logrado consolidar una fuerte alianza con
sectores terratenientes en contra de las demás clases subordinadas que por
períodos realizan alianzas coyunturales con la burguesía burocrática, que está
fuertemente mermada. En general, han logrado mermar los vientos
nacional-democráticos.
Análisis comparativo
La historia de América Latina nos envía señales sobre la naturaleza de
los gobiernos que actualmente abren espacios democráticos y nacionalistas en
nuestros países. De acuerdo a su historia y contradicciones acumuladas en el
tiempo se pueden ubicar características similares que sirven para prever las
tendencias predominantes y diseñar estrategias.
En aquellos países en donde las oligarquías terratenientes y el poder de
los imperios no permitieron el desarrollo de una fuerte burguesía industrial,
los trabajadores, campesinos y comunidades indígenas logran ponerse al frente
de los sectores medios de la sociedad. Así, hoy lideraran revoluciones
pacíficas con claro sabor anti-imperialista y anti-neoliberal. Son los casos de
Venezuela, Ecuador y Bolivia (emulando las insurrecciones de Cuba y Nicaragua).
En estos países los bloques de poder democrático están compuestos por
trabajadores, sectores medios de las ciudades y de la pequeña-burguesía rural
(campesinos indígenas, mestizos y afros pequeños y medianos productores) que
han conseguido alianzas explícitas y no expresas, con sectores minoritarios de
la burguesía burocrática e incluso industrial. El peso de la dirección está en
manos de clases “medias” nacionalistas pero no anticapitalistas. Esa es la
contradicción que se manifiesta en los conflictos sociales que afloran en
Ecuador y Bolivia, y que en Venezuela asume un carácter político-electoral.
Cuba y Nicaragua –por su evolución– requieren otro análisis. Las condiciones en
Colombia, Perú, Paraguay y toda Centroamérica, a excepción de México y Costa Rica,
daban para que durante la 2ª mitad del siglo XX se desencadenaran revoluciones
democráticas. La burguesía “manita” y “nica” realizó reformas agrarias que
evitaron que la lucha por democratización de la tenencia de la tierra se
convirtiera en verdaderas guerras civiles, como sucedió en la región. En
aquellos donde no se aplicaron las reformas o se hicieron parcialmente, se
produjeron alzamientos campesinos durante todo el siglo XX. Esos conflictos
–gracias a la intervención imperial– fueron convertidos en las actuales
“guerras del narcotráfico”.
En el grupo A, aparecen ahora señales incipientes de construcción de
políticas autónomas. Así ha ocurrido en El Salvador (Funes), Paraguay (Lugo) y
Perú (Humala). Sin embargo, la situación es muy frágil, dado que si se intenta
dar el paso completo hacia la autonomía nacional y la democratización -caso
reciente de Honduras (Zelaya)–, las oligarquías reaccionarias y el imperio
estadounidense se coaligan para impedir los avances, incluso por la fuerza, sin
que la débil burguesía nacional (casi inexistente) pueda servir de contención.
En estos países pesa con fuerza el papel de la burguesía
trans-nacionalizada, que es la que se coloca a la cabeza de la reacción. A
nivel regional esta clase ha empezado a jugar de una manera nueva desde la
elección de Santos en Colombia, quien ha sido asesorado por un selecto grupo de
estrategas norteamericanos. [2] La oligarquía colombiana dio un viraje con
respecto a la política de Uribe, distensionó las relaciones con Venezuela y
Ecuador, agrupó a Chile, México, Perú y Panamá, y se acercó a las burguesías
brasileña y argentina.
Ese bloque burgués imperial pretende liderar el proceso de integración
regional y neutralizar a los gobiernos revolucionarios (ALBA). Se muestra –por
ahora–, en lo económico, menos plegado al gobierno de los EE.UU. mostrándose
abierto a las relaciones con China y otros bloques económicos, pero en lo
político y militar (caso de intervención en Libia, alianza con Israel) sigue
dependiendo del direccionamiento de USA.
Esa burguesía trans-nacionalizada –que ya comparte mercados de la región
en el campo de la energía eléctrica, proyectos de infraestructura, productos
como el azúcar, café y manufacturas–, impulsa la integración regional con una
óptica neoliberal, apura la adecuación de las comunicaciones (IIRSA) hacia una
mayor y más eficiente explotación de los recursos naturales y la
re-primarización de la economía (agro-combustibles, otros productos
tropicales), y aunque promueve algunos proyectos de industrialización, lo hace
muy modestamente. No está dispuesta a enfrentar en serio, por ahora, a las
grandes potencias.
En los países del Grupo A, en donde las fuerzas democráticas han ganado
un espacio (El Salvador, Paraguay y Perú), la situación es crítica. Todavía
quedan remanentes de la lucha armada insurgente de los años 70s del siglo
pasado que –al no triunfar–, dejaron tremendas heridas en las naciones, en el
alma popular, miedos y resentimientos, que son utilizados en forma de chantaje
por las reaccionarias oligarquías. Por tanto, los pasos que dan los gobiernos
con perfil democrático-nacionalista son muy tímidos, y sólo una estrategia muy
calculada, más la influencia del entorno regional y mundial, van a determinar
los cambios a lograrse.
En aquellos países del Grupo B en donde las burguesías industriales
consiguieron ser cabeza de la alianza con los terratenientes, a pesar de todas
las tensiones, se han conformado bloques interclasistas que avanzan hacia
relativos logros independentistas, autonómicos y de integración regional. Es el
caso de Brasil, Uruguay y Argentina. En esas alianzas inter-clasistas aparecen
fuerzas de los trabajadores del Estado y los obreros “centralizados”
(trabajadores del petróleo, siderúrgicos y de la industria automovilística). Se
colocan al frente dirigentes de los trabajadores como Lula pero –mirado en
conjunto–, es la gran burguesía la que mueve los hilos del “desarrollo”. Se
avanza en “re-distribución de la riqueza”, pero en general no se pasa de
programas asistencialistas. La estructura del modelo no se afecta. Chile es un
caso “sui géneris”. Siguiendo los pasos de Cuba se adelantó en 1971 a realizar
su revolución popular/democrática pero las fuerzas revolucionarias fueron
derrotadas por el golpe militar. Dado que la burguesía en alianza con la clase
terrateniente se consolidó en una burguesía trans-nacionalizada, bajo la
cobertura de la dictadura (situación similar a Colombia y Perú, en donde la
gran burguesía consiguió derrotar los aires democráticos dejados por Gaitán y
Haya de La Torre), ha venido creciendo a la sombra del imperio y con su visto
bueno. No es accidental que estas tres burguesías con la de México, estén a la
cabeza de la derecha latinoamericana.
Conclusión
No es casual entonces que triunfen políticamente líderes revolucionarios
radicales en Cuba o Venezuela, profundamente moderados en Brasil o Uruguay, o
francamente vacilantes en Perú o Chile. No obstante, a pesar de la diversidad,
mirada en su conjunto América Latina ha dado pasos importantes hacia la
independencia y la autonomía frente a USA. Con la conformación de MERCOSUR, el
ALBA, UNASUR y la CELAC, los pueblos han avanzado pero las burguesías y las
clases dominantes todavía tienen un enorme peso económico (y político). Es
verificable.
En consecuencia, es evidente que sólo un frente internacional de los
trabajadores de A.L., organizados con independencia dentro de los bloques de
clases existentes (que tienen disímiles expresiones políticas en cada país como
PSUV-Venezuela; MIPAIS-Ecuador; MAS-Bolivia; PT y aliados-Brasil;
Justicial-peronistas-Argentina; Frente Amplio-Uruguay; etc.) podrán enfrentar
con consecuencia a las poderosas burguesías regionales que están en proceso de
acercamiento y unificación.
Las burguesías regionales en sus dos grandes vertientes (brasilera-argentina
y colombiana-peruana-chilena-mexicana), se concertarán para hacer abortar los
procesos revolucionarios en marcha. Si consiguen mantener dispersos a los
trabajadores y confundida a la pequeña burguesía con caminos “alternos”
(nacionalistas burgueses y pequeño-burgueses), no habrá quien se les oponga ni
quién lidere una propuesta proletaria verdaderamente transformadora.
No se trata de usar la independencia de clase para debilitar las causas
democráticas y nacionalistas sino para ayudar a construir una mayor y mejor
Hegemonía Social Popular, atrayéndose a las demás clases subordinadas hacia la
construcción de verdaderos “frentes populares”. Lo que ocurre en nuestros
países –incluyendo la misma Venezuela– nos obliga a hacerlo. No podemos
ilusionarnos con salvadores supremos.
Hay que hacerlo ya: “Proletarios de todos los países, uníos” [3].
Notas:
- [1]
Marx, Karl. “Prólogo de la contribución a la crítica de la Economía
Política”. Heft, Berlín, 1859
- [2]
La Silla Vacía. “Los asesores gringos en la campaña de Santos”:http://www.lasillavacia.com/histori...
- [3] Marx, Karl y Engels, Friedrich. “Manifiesto del Partido Comunista”. Londres,
1848.
- Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario