PLÁCIDA ISABEL GARCÍA
Su padre fue dirigente obrero en el Alto Paraná, perteneciente al Partido Liberal, y activo militante de la oposición al régimen de la dictadura de Alfredo Stroessner. En al año 1961 fue perseguido y emboscado, le dieron catorce puñaladas y herido lo llevaron preso donde continuaron torturándolo. Su hija Plácida en ese entonces tenía un año y medio y fue recogida por unas monjas, le cambiaron su nombre para preservarla de la persecución stronista. Plácida, en realidad, no sabe cuál es su verdadero nombren ni dónde nació. Hoy con sus 47 años sigue buscando su historia.
“Solamente pido verdad y justicia y si ustedes me pueden ayudar, seguir armando el rompe cabezas que es mi vida, que me cuenten mi verdadera historia, quien soy, dónde nací, porque hasta el día de hoy se guarda mi historia y eso causa mucho dolor y mucho daño… Tengo cinco hijos, pero queda ese dolor y esas heridas en el alma, uno siempre quiere saber de dónde viene y quién es”
“A los 21 años -más o menos- me entero de la verdadera historia mía. Sé que nací en Puerto Rico y le doy gracias a las Siervas del Espíritu Santo que me recogen en Puerto Rico; yo tenía un año y medio y mi hermano seis meses. Más o menos a los 20 ó 21 años, vuelvo a encontrarle a mi padre -por supuesto- inválido en una silla de ruedas, me pedía simplemente perdón porque no tuve tiempo de hablar, ni que me cuente la verdadera historia, porque es cierto, el miedo hasta el día de hoy sigue. Tengo cinco hijos, no tengo miedo, sé que todo está saliendo a luz y va a salir a luz, porque dicen que la sangre clama y hoy vi acá a un hermano paraguayo, he escuchado el apellido de él, con una historia que día a día sigo buscando, cuando entré en ese pasillo, donde había fotos, indudablemente son reacciones y latidos muy fuertes de sangre que uno siente.
Sé que mi padre era un luchador; y el luchador, el que lucha por la verdad y la justicia, el hombre que piensa es peligroso, es mejor someter al hombre con la ignorancia y el hambre.
Estoy feliz pero, con un dolor en el alma que no se imaginan, sé que acá van a resucitar muchos muertos. Quisiera saber quién es Plácida García, que le debo la vida de mi padre, la que le salvó acá en la Argentina, hay muchos nombres en mi mente.
Sé que el verdadero padre de mi padre era Oribe Cibils, la madre no sé quién es, sé que algún día voy a encontrar al hijo, al medio hermano de mi padre, a un primo, a un tío. Ya conocí, en Capioví hay Cibils, que son mis verdaderos primos, son mi sangre, así que soy feliz por ese lado.
Pero, les digo compañeros y hermanos, cuando la escuchaba a la ministra hablar, que ella podía dar testimonio, no es fácil, porque la historia de uno es muy triste, es muy chiquito y todo lo que uno dice que está olvidado, es mentira.
Yo les contaba a ciertas personas, en el hogar sustituto donde estuve, que mi abuelo me sentaba en una mesa y me tocaba el violín, pero me decían: “fabuladora, mentirosa, está enferma esta chica”. Me crié en esa historia, en la historia no contada, la historia tapada, toda la vida se tapó, nunca salió a la luz. Pero hoy soy feliz, porque todo esto está saliendo, sé que va a seguir, por eso digo hoy, en esta audiencia sé que muchos muertos van a empezar a hablar, una de ellas soy yo. No sé todavía quién soy en realidad, me encantaría conocer a mi abuela paterna, abrazarla … Hay una persona que me encantaría conocer, alguien de la familia Oribe Cibils o a Plácida García a quien le debo mi nombre y que no sé quién es, que me cuenten mi verdadera historia, quien soy, dónde nací, porque hasta el día de hoy se guarda mi historia y no se debe guardar, porque causa mucho dolor y mucho daño y esas heridas en el alma que uno quiere saber de dónde viene y quién es…
La “Sierva del Espíritu Santo”, Juana Beatríz Duarte viene cada dos años de África, es mi madre del corazón; Monseñor Kemerer, era mi padre del corazón, cuando yo estaba mal, Padre Bovier, me abrazaba, me hablaba. Desde que nací, desde que tengo uso de razón, estuve pasando pruebas, pero hoy estoy orgullosa y feliz por lo que hizo mi padre; estoy feliz porque luchó por una causa y esa causa se llama Latinoamérica sin fronteras, hermanos paraguayos, peruanos, bolivianos, colombianos...
Quiero contarles que cuando era chiquita yo escuchaba que decían por ejemplo, que a mi padre le sacaban las uñas y le mandaban a mi madre que tenía 18 años. Cuando conocí a mi abuela materna, no quiero contarles, pero me habló de mi padre no muy bien, con toda la razón, era una madre de una chica con dos niños, aterrorizada, porque seguramente lo odió ella, habrá presenciado, sé que fue en una cancha de fútbol, donde jugaba Olimpia, no sé qué cuadro, porque mi padre era de Olimpia, se le tiraron encima y le dieron 14 puñaladas, de eso sé. Cuando lo vi a mi padre, también miré las manos de él para ver si era cierto que no tenía un dedo, porque le mandaban dedos a mi madre. A mi madre no la conocí, reprimí 40 años, la odiaba a mi madre, pensé que me abandonaba, que no me quería, no era así; mi madre, gracias a que hoy estoy en una Iglesia Bautista, me enseñaron del amor que mi madre me tuvo. Yo me decía, quién me habrá puesto los aros; la historia en la vida de un niño o de una niña, queda grabado y marcado a fuego, cuando la vi a mi madre muerta, supongo que a los cuatro, cinco años, yo la llamaba y no me contestaba, estaba muerta; yo elaboré como que ella nunca me quiso, gracias a la iglesia hoy tengo este amor, no tengo rencor, no quiero venganza, quizás hoy esté sentado acá el hijo, el nieto, el primo, el sobrino, del que se le tiró encima a mi padre; no siento rencor, yo no miro el color político, hoy tengo rojo, fue pelearnos por un rojo, hermanos, no, lo mío va más arriba, más arriba.
...Se me destrozó el alma cuando mi hija con 17 años se fue becada a estudiar a Cuba, pero dije, la sangre, fue mi padre el que empezó, del Paraguay a
Como ciudadano paraguayo que también sufrió la injusticia del exilio, puedo decir que antes de la dictadura de Stroessner, ya había empezado el exilio, fruto de eso fue la fundación de la Casa Paraguaya en Posadas. Quiere decir, que la dictadura en sí empezó con el régimen del General Morínigo, pero hay una cosa que hay que destacar: que la gente siempre venía y volvía, pasaba un tiempo como trabajadores golondrinas, pasaba el peligro y volvía al país pero, cuando asume el General Stroessner al poder empezó a cambiar esa tónica, la gente verdaderamente se convertía en exiliado y perseguido, comenzaron las persecuciones y la gente venía y ya no volvía. Entre ellos estaba yo, todavía joven con 19 años, mi padre era del Partido Revolucionario Febrerista y por esa falta de libertad que había en el Paraguay, la gente tenía ese ansía de manifestarse libremente, de reunirse y entonces preparado una especie de copamiento –lamentablemente fallido- en un pueblo de la campaña de Coronel Bogado precisamente, fue en el año 1958 y a consecuencia de esto mi padre fue perseguido. Él se había escapado, se exilió y quedé yo al frente de mi familia, mi madre y tres hermanas menores y, empezó la persecución a mi persona: me pusieron como condición afiliarme al Partido Colorado, participar de la guardia urbana y la persecución a mis compatriotas, que era una forma de decir "te pasas con nosotros o te vas". Como no participé de ninguna de esas propuestas, tuve avisos de amigos también colorados, no todos los colorados son malos, hay gente muy buena, me avisaron que me iban a apresar, y el hecho de caer preso allá es ser torturado, maltratado. Porque yo hice el servicio militar en el Regimiento 14 de Cerro Corá y he visto cómo se torturaba a conscriptos, a cargo de Patricio Colman Martínez y también a particulares a quienes ellos no querían. Mandaban a apresar al particular y lo sometían a torturas y sabiendo yo todos estos procedimientos, decidí también exiliarme.
Repito, tenía 19 años, pasé clandestinamente al lado argentino, buscando a mi padre; ahí empezaron las peripecias del exilio, del dolor del exilio, de abandonar el terruño, abandonar el hogar, la familia, dejando abandonadas a mi madre y hermanas menores y debo decirles que no éramos ricos ni muy pobres, éramos campesinos agricultores, que teníamos las vaquitas, algunos carros, algunos bueyes y empezaron a malvenderse, hasta que mi familia quedó en la nada y no podía pasar porque se acercaba al río y la propaganda del régimen avisaba: familia rebelde, familia rebelde. Ningún canoero se animaba a hacerles pasar y del puerto les hacían volver, porque nadie quería tratar con ellos, eran como leprosos en su propia tierra. Cuando ya no tenían más nada para vender, por ahí alguna mano solidaria les hizo pasar. Entonces quedamos totalmente a la miseria, exiliados acá y sin documentos, lo único que podíamos hacer era rebuscarnos con nuestros compatriotas, entre ellos los afines políticamente y había ya muchos intelectuales paraguayos acá exiliados y a través de ellos entré al gremio de la construcción. Esto cuento más o menos, cuál fue la causa de mi exilio.
Ahora viene el dolor -como dijo la Ministra- como una herida abierta que nunca se cierra, a mí me duró posiblemente 31 años, porque ahora ya me aclimaté acá, pero anteriormente... ahí viene el proceso doloroso, que en los primeros tiempos, movimiento que había yo participaba, porque tenía necesidad y esas ansias de volver a mi país, allá tenía casa, tenía ganado, no mucho pero había para vivir, podía estudiar, había una escuela secundaria que empecé, no pude continuar y acá sin documentos no podía entrar a la escuela o al colegio, sin documento no podía tener trabajo; entonces, lo único que me quedaba era buscar dónde colaborar para que caiga ese régimen y para poder volver al terruño. Así integré el Movimiento 14 de Mayo, fui movilizado, anduve por campamentos, he mencionado nombres de algunos que eran posibles jefes, alguno de los miembros los conocen, el Mayor Américo Villagra, el Capitán René Esperatti, Juan José Rotela, también en ese momento Eric Gauto, que es el tío de la ministra de Gobierno de esta Provincia. No llegué a entrar al Paraguay porque estaba más bien nominado para una segunda entrada, así lo estableció la jefatura del movimiento. Como esto había fracasado, siempre participé en otros movimientos, siempre buscaba algún lugar porque tenía esas ansias de volver al país y todo eso ha creado un daño tan tremendo en mi futuro de vida, porque no quería comprar terreno, cuando ya empecé a trabajar, recién a los 8 años más o menos de andar vegetando “en negro”, sin documento… En el 58 pasé a este lado y en el 66 hubo una gran inundación acá en la zona del Norte argentino, el Presidente era el Doctor Arturo Illia y decretó una amnistía a todos los afectados por la inundación para que se documenten. Entonces, aproveché eso, me fui al Chaco –yo estaba en Buenos Aires- me presenté como uno de los inundados y dije que se me perdieron mis documentos, así conseguí el documento, me legalicé y de ahí recién pude trabajar en blanco vamos a llamarle, pude circular libremente dentro del país y fueron ocho años casi de andar semiclandestino, no podía a veces circular libremente porque no tenía documento. Todos estos dramas he pasado no solamente yo sino varios de nuestros compatriotas, varios paraguayos. Entonces, aparte de no poder comprar, por ejemplo, un terreno o hacer una casa… ¿Por qué esto? Porque la mayoría de los exiliados piensa volver, porque dice: -tengo mi casa, mis vecinos, mis amigos, mis parientes, mi país y va a llegar el momento en que tengo que volver, la dictadura tiene que caer, entonces no se hace un proyecto de vida en el exilio, ni de formar familia, tampoco quería casarme… Entonces, iba pasando el tiempo, que en todo me atrasé después; me casé ya entrado en años, ahora tengo todavía hijos jóvenes, sin embargo gente de mi edad ya son abuelos, tienen hijos grandes y una posición económica holgada, porque han trabajado, han ahorrado y han invertido en un proyecto de vida, que justamente eso yo y varios de mis compatriotas no pudimos hacer, porque nos dedicábamos a las organizaciones y todo el esfuerzo, los emolumentos que hemos recibido, siempre iban a la organización, al apoyo al compañero, al luchador, conseguirle vivienda, darle pasaje, conseguirle albergue, comida. Entonces, a todo eso nos dedicábamos y todo eso es lo que causó el exilio en muchos de nuestros compatriotas y en mí personalmente que me hizo ese daño.
Aparte de eso, voy a hablar de mí, lo que yo como exiliado he sufrido -como dije- casi 31 años. Llega el momento en que uno asume como una doble personalidad, estando acá piensa allá; yo estoy viviendo acá, pero viví en muchas partes de la Argentina, en Buenos Aires viví mucho tiempo y en Chaco también, pero donde uno esté, piensa en el terruño permanentemente. Entonces, llegó el momento, que cayó la dictadura, yo ya tenía mujer e hijos, todo el mundo quería ir a ver, vamos a ir a ver la tierra de papá, la casa que tenía allá, el pueblo, el valle como decimos nosotros. Qué pasa, yo también tenía unas ansias de ir, de ver todo eso, cuando fuimos, al mediodía por ahí, mis hijos me dijeron: “papá, vamos, vamos para allá”. ¿Por qué? Porque no tenían amigos, no tenían nada, no sabían cómo jugar, hablaban otro idioma, allá se habla todo guaraní en la parte donde yo vivía, entonces ellos no se hallaban. Primeramente yo pensaba mudarme al Paraguay, conversaba con mi señora, vamos a buscar un rubro, tenía casa, tenía chacra, tenía algún ganadito todavía que había quedado, cómo podíamos hacer un negocio y vivir acá, yo quiero volver a mi país. Pero qué pasa, ella seguramente por amor me dijo sí, pero los hijos, imposible. Además, cuando quise volver al Paraguay yo me di cuenta de otra cosa, ya nadie me conocía en mi propio pueblo; los vecinos que tenía ya no existían más, habían muerto también exiliados o desaparecidos. Entonces, yo ya era un extraño en mi propio país, en mi propio pueblo, en mi propio valle... Eso me dio unas ganas de llorar… que estando allá en mi país que yo tanto quería volver, empecé a pensar en la Argentina, quería volver a la Argentina ¿Por qué? Porque acá tengo amigos, tengo familia, tengo vecinos, “compinches” como se dice, hasta los compadres están acá. Entonces la crisis, ahí empieza a sangrar la herida, como dijo la ministra, una herida abierta, después vuelvo acá y sigo pensando otra vez allá. Entonces es una cuestión permanente de doble vida, doble personalidad que yo le llamo, no sé los siquiatras qué nombre le dan a eso. Ese es el daño enorme que una dictadura hace al ciudadano, al ser humano, privarle de su derecho de vivir en su hábitat natural. O sea, el exilio compulsivo se tiene que desterrar y terminar, porque sabemos que existe la libertad, uno puede ir -como le llaman acá el "exiliado económico"- que salga por su propia voluntad a buscar ventaja a los países donde quiera ir, pero no echarlo al ciudadano de su tierra, porque al sacarlo de su medio el ciudadano sufre, soy testigo, mi persona es testigo de eso, del sufrimiento que uno tiene al encontrarse lejos de su terruño, de su hábitat, de todo, y vivir, igual que una planta que se saca extemporáneamente, se traslada, se planta y ya no quiere germinar, no quiere prender. Eso les pasa a las personas. Así que, se debe condenar el exilio político.
Dicen los historiadores que en la Antigua Grecia, el ciudadano griego, cuando lo condenaban al exilio, -ellos le llamaban el ostracismo- el ciudadano griego prefería tomar la cicuta y no ir al exilio ¿Por qué? Porque consideraba que el privarle al ciudadano de su tierra era tan grave o más grave que la muerte.
Por eso, aprovechando esta Audiencia, digo también que ese es el motivo: condenar el exilio, que no suceda nunca más, que la gente tenga su libre tránsito, que vaya donde quiera ir, con el objeto de progresar o de pasear, pero no echarlo de su tierra.
También quiero aprovechar esta oportunidad para decirles que fui también víctima del Operativo Cóndor, he dicho que me he metido en todos los movimientos que había, con el ansia de volver a mi país y –entre ellos- he colaborado con el padre de mi amigo Rogelio, con Agustín Goiburú, hay periodistas que ya han retomado esos datos, éramos muy amigos, compañeros y en eso, dos compañeros fueron "chupados" -como se dice vulgarmente- por el Operativo Cóndor en Puerto Iguazú, entre ellos Cátulo Vera Báez -que era compañero de trabajo mío-, un sastre –que ya era ex preso político- Juan Penayo y otro muchacho –el hermano debe estar por acá- Mercio Stun, fue llevado también de Puerto Iguazú.
A mí me han apresado y gracias a la bondad y vamos a llamarle amistad, que tenía con un empresario ya fallecido, que tenía vinculación con hombres del Ejército, don Bernardo Lagier, quiero mencionarlo en homenaje a la familia Lagier, que gracias a ellos no me llevaron, porque me apresó gente del Paraguay -en operativo conjunto- y ellos se movieron rápidamente, hablando a cúpulas militares más elevadas y… también tuve suerte, estaba un comisario, hijo de un ex combatiente de la Guerra del Chaco, que era compañero de mi padre, que por mi documento me ubicó, leyendo mi baja, hijo de quién y de quién, me ubicó y el tipo éste, puedo mencionar, en homenaje a la verdad el Comisario Rejalaga, que hasta ahora vive en la ciudad de Posadas, hijo de Timoteo Rejalaga, ex combatiente de la Guerra del Chaco.
Este comisario me hacía la vida imposible dentro del presidio, pero había sido que él estaba peleando para que no me lleven, y aparentaba ante la cúpula ahí, que era el que más me apretaba, pero al final, después supe que gracias a eso él se opuso terminantemente a que me lleven, que me entreguen al operativo éste, para pasar al otro lado, como los llevaron a los otros compañeros, como a Cátulo Vera Báez, Juan Penayo, Agustín Goiburú –al doctor lo habían apresado en la provincia de Entre Ríos, también lo habían hecho pasar por acá-.
Señores, señoras, si hay alguna pregunta estoy dispuesto a contestar, porque llega el momento de la emoción, esto es lo que yo puedo aportar y nada más, felicitar a los miembros de la Comisión de Verdad y Justicia por este trabajo humanista que están realizando dentro del Paraguay para desterrar de una vez por todas las injusticias, la intolerancia y que se condene el exilio compulsivo, el exilio forzoso. Nada más.
- Aplausos.