LA IMAGEN
Un objeto impactante de memoria
Cora Garmanik
Universidad de Buenos Aires
Sobre: Claudia Feld y Jessica Stites Mor (comps). El pasado que miramos. Memoria e imagen ante la historia reciente. Paidós, Buenos Aires, 2009.
Las imágenes y la lucha por el sentido que las autoras suscitan, constituyen una parte importante de la cultura contemporánea y son centrales en la disputa por la interpretación del pasado.
De reciente publicación, El pasado que miramos: memoria e imagen ante la historia reciente, compilado por Claudia Feld y Jessica Stites Mor con prólogo de Andreas Huyssen, tiene la gran virtud de analizar la forma en que las imágenes se han transformado en la forma representativa por excelencia del pasado reciente. Un tema tan crucial como desvalorizado en general por las ciencias sociales.
Si bien se retoma la bibliografía que trabajan estos temas en otras latitudes, el libro tiene el mérito de pensar la particularidad argentina, específicamente cómo se representó la década de los ‘70 en las distintas épocas de la postdictadura: qué se hizo en los inicios de la transición, los cambios en las formas de representación en la década de los ‘90, lo que ocurrió con la inclusión de otras prácticas de lucha a partir de los 2000.
¿Cuáles son las huellas que nos dejan de esa época la fotografía, el cine, el documental o la TV?¿Cómo se representó en imágenes la militancia revolucionaria, la lucha armada, la violencia política, la dictadura, la represión, la lucha por los desaparecidos? ¿Cómo qué imágenes se contó el horror de la dictadura, el secuestro, la tortura y la desaparición en Argentina? ¿Cuál es el papel que tuvieron los distintos medios en los modos de recordar u olvidar? El libro en sus distintos capítulos intenta dar respuesta a estos interrogantes a partir de cruces disciplinarios que permiten nuevas lecturas de los mismos objetos. Se entrecruzan así saberes históricos, comunicacionales, de realización cinematográfica, sociológicos, antropológicos y de estudios en el campo de la memoria.
Cada capítulo aborda un tipo particular de imágenes (fotografías, documentales, películas de ficción o imágenes televisivas) como un corpus concreto, un lenguaje específico con sus códigos, sus determinadas formas de representación, sus debilidades y fortalezas para construir sentidos. Los artículos analizan no sólo la forma de producción de las imágenes en los distintos contextos históricos y temporales en los que se crearon, sino también su uso y sus diferentes formas de circulación, su forma y su contenido. Es decir, la imagen ya no como ilustración o decoración, sino como un objeto de investigación en sí misma. Esta interrelación entre estudios en clave histórica y comunicacional, junto con otros aportes disciplinarios, se inscribe además como parte del fructífero campo de los estudios sobre memoria, que en sí mismo es proclive a intensos cruces interdisciplinarios. Atraviesan el texto entonces estudios sobre memoria, historia reciente e imagen, lo que permite nuevos vínculos que creemos necesarios y fecundos.
El libro está organizado en cuatro partes: la primera de ellas denominada “El testimonio y la cámara”, incluye dos artículos que se preguntan justamente por el lugar del testimonio de los sobrevivientes en relación con los posibles modos para representar el horror de lo vivido durante la dictadura. Los textos reflexionan sobre cómo han hecho el cine en un caso y la TV en el otro, para reemplazar las imágenes (que se supone no existen o por lo menos no se conocen aún) de la experiencia límite al interior de los campos de concentración. Sandra Raggio analiza fundamentalmente la película La noche de los lápices (Héctor Olivera, 1986) y Claudia Feld, por su parte, estudia la puesta en escena de los testimonios sobre desaparición en la TV, en tres momentos históricos bien diferenciados (1984-1985, 1998-1999 y 2006) y los vincula con los estudios sobre memoria.
La segunda parte se titula “Política e imágenes: visualizar los setenta”. Allí se incluyen tres artículos que investigan cómo se representaron algunos hechos de la década de los ‘70 en diferentes momentos históricos. Mirta Varela estudia en particular el caso de la llamada “Masacre de Ezeiza”, analizando entre otras cosas, cómo y a partir de que recorrido, la manifestación popular más numerosa de la historia argentina quedó reducida a dos fotografías que se transformaron en símbolo de ese acontecimiento. Valeria Manzano se centra en la película GarageOlimpo, analizando cómo es construida una visión de la década de los ‘70 pero atravesada por la mirada política de los ‘90. Por su parte, Lorena Verzero expone el cine documental producido en los 2000, los filmes que representan la militancia de la década de los ‘70 y las distintas formas en que lo hizo una nueva generación de cineastas, varios de los cuales son hijos de desaparecidos.
La tercera parte del libro, subtitulada “Fronteras de la representación”, incluye dos artículos: uno de Jessica Stites Mor, que hace una genealogía del cine de Fernando “Pino” Solanas, y otro de Carmen Guarini, que examina desde su propia práctica profesional el uso de imágenes de archivo en filmes documentales.
Por último, la cuarta parte trata especialmente el caso de la fotografía como práctica de la memoria. El artículo de Emilio Crenzel analiza las fotografías incluidas en el informe Nunca Más; Kerry Bystrom compara las obras de dos artistas plásticos, Marcelo Brodsky y León Ferrari, que utilizan la fotografía y, al mismo tiempo, ponen en cuestionamiento sus propios límites como forma de representación, y por último, Ludmila Silva Catela desarrolla un pormenorizado análisis etnográfico del uso de las fotografías como (re)presentación de la desaparición de personas en Argentina, tanto en el espacio privado como público.
Como señalan Feld y Stites Mor en la Introducción del libro: “Las imágenes se convierten en vehículos privilegiados a la hora de construir e interpretar el pasado, darle sentidos y reflexionar sobre la transmisión hacia las nuevas generaciones. En sus complejidades, paradojas, dilemas éticos y ambigüedades, las imágenes se revelan como poderosos instrumentos no sólo para conocer el pasado y estudiar representaciones que generan nuevas memorias, sino para hacer inteligibles los complicados mecanismos de la memoria social”. Es por eso que es imprescindible estudiarlas. El libro es un aporte clave en este sentido.
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