El macizo de la Guerra de la Triple Alianza como substrato de la identidad paraguaya
Luc Capdevila,
« El macizo de la Guerra de la Triple Alianza como substrato de la identidad paraguaya »,
Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, 2009,
Resumen
Este texto propone un modelo interpretativo de la construcción de una simbología basada sobre una representación de la guerra de la Triple Alianza que hizo del Paraguay un país memoria. Se tratará de presentar las distintas coyunturas culturales durante las cuales los individuos, la sociedad y el Estado se preguntaron sobre la transmisión del recuerdo de la guerra, la escritura de su historia e inventaron una tradición.
Con el cambio político que experimenta el Paraguay desde hace unos meses, es probable que la transición de régimen de historicidad empezada en los años 1990 se vaya acelerando. Es un punto que precisaré en la conclusión. Sin embargo, todavía, el espacio público paraguayo permanece profundamente marcado por la memoria épica de la guerra de la Triple Alianza.
1 Delicia Villagra Batoux, « À propos de l’œuvre de Carlos Martínez Gamba Ñorairõ ñemombe’u Géu (...)
2 El eco de esta contienda del siglo XIX organiza aún la simbología que trama el espacio social. Se trata, en particular, de los marcadores identitarios que estructuran las circulaciones del entre-sí. Es el caso por ejemplo de las imágenes impresas en los billetes de banco y acuñadas en las monedas. La última serie de monedas que salió en 2006/2007 reúne, para la de 100 guaraníes, el busto del general Díaz con las ruinas de la iglesia de Humaitá. La de 1000 guaraníes presenta el mariscal López con el panteón nacional de los héroes. Y en cuanto al general Caballero, está representado sobre la de 500 guaraníes. Los nombres de las calles en los centros-ciudades, los de las compañías de autobús, los lugares históricos dispersos en el territorio, la fiesta nacional del 1° de marzo dicha "día de los
héroes", escriben un relato de la guerra de la Triple Alianza. En la sociedad, instituciones, organizaciones potentes preservan esta narración. Las Fuerzas armadas conservan el mariscal López como figura tutelar.
El Partido Colorado, al poder de manera continua entre 1948 y 2008, que designa al general Caballero como su único fundador, se piensa también como el garante de la memoria de la guerra de la Triple Alianza. A este respecto, observamos que la primera obra en guaraní que recibió el premio nacional de literatura en 2003 en el Palacio del mariscal López –una distinción decretada cada dos años por el Senado– se entregó a Carlos Martínez Gamba por su obra que narraba la epopeya del pueblo paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza[1].
3 Es inútil multiplicar a los ejemplos. Pero hay que decir que este tejido simbólico organiza una representación de la guerra de la Triple Alianza.
A través de la omnipresencia de las figuras de López, Díaz, Caballero, de la Residenta, las ruinas de Humaitá, Minas Cué, Vapor Cué, el recuerdo de Cerro Corá, Ytororó, etc, la representación es la de un pueblo de héroes que consintió el sacrificio último para preservar su identidad. Es la historia de una nación que se superó en la derrota. La representación, en su núcleo, se organiza en torno a la figura controvertida de Francisco Solano López.
Más allá del tejido simbólico, profundamente arraigado en el imaginario colectivo, la representación del acontecimiento forma el substrato de las identidades colectivas. Su interiorización, es decir el sentimiento de pertenecer a un pueblo de héroes, y de ser unos de los dignos descendientes de los soldados de López, marcó profundamente la identidad de los veteranos de la guerra del Chaco. Aún hoy, se puede recoger este imaginario en acción entre las generaciones más recientes. Por ejemplo cuando los familiares de los fallecidos en el incendio del supermercado Ycuá Bolaños, el 1° de agosto del 2004, en vez de convocar víctimas mencionan a los "mártires".
2 Eric Hobsbawm and Terence Ranger (dir.),The Invention of Tradition, Cambridge, Cambridge Universi(...)
3 Léer en particular el ensayo fundamental de Guido Rodríguez Alcalá, Ideología autoritaria, Asunción (...)
4 La densidad y la estabilidad de esta representación del pasado planteen la cuestión fundamental de la invención de una tradición, según la expresión de Eric Hobsbawm y Terence Ranger[2].
Es decir, la existencia de un proceso que emana de la acción de grupos de ciudadanos y de las élites políticas para dotarse de una simbología afirmando una continuidad histórica, consistente en fiestas, rituales, lugares de memoria, valores cuya finalidad consiste en dar de la cohesión social, legitimar instituciones y fundar una identidad común, que por supuesto no es un dado pero una construcción cultural. Hay que recordar que unas de las características de la tradición, según Hobsbawm, es que a la diferencia de la costumbre que puede cambiar, la tradición es fundamentalmente invariable. Para el Paraguay, varios autores perciben el origen de esta tradición inventada en la acción común de la dictadura
militar y del oportunismo político de las corrientes autoritarias en los años 1930[3].
5 Cierto, desde el final de esta década los gobiernos autoritarios que se sucedieron durante un medio siglo equiparon el territorio con este entorno de memoria. El coronel Franco decretó en 1936 fiesta nacional "día de los héroes" el 1° de marzo, el día aniversario de la derrota de Cerro Corá. La reforma monetaria como la denominación en cascada de nombres de calles, o de establecimientos escolares, que han conducido a instalar en la vida común la representación heroica del Paraguay en guerra contra la Triple Alianza, data de la dictadura del general Morínigo en los años cuarenta. En cuanto a la patrimonialisación de los lugares históricos y a la sistematización de las referencias diarias a la guerra, que participan de lo que se puede calificar como discurso totalitario sobre la historia, fueron hechos bajo la dictadura del general Stroessner, entre 1954 y 1989. Entonces sí, las dictaduras militares tramaron el tejido simbólico, organizaron el entorno de memoria, instalaron en la duración un meta-discurso sobre el pasado.
6 Sin embargo, ya desde el final del siglo XIX la guerra de la Triple Alianza en el Paraguay ha constituido un relato referencial. Se puede observarlo en los diarios de los viajeros. Desde que uno entraba en este país estaba enseguida impresionado por la vitalidad de los relatos de la última guerra. De modo que, a su vez, interpretaba este país, su destino, sus dolores, sus habitantes, conforme a lo que la guerra había supuestamente hecho de ellos, cuando en realidad habían pasado décadas. Es lo propio del relato referencial, ser una historia que cada uno conoce, una historia que empapa el espacio público, que alimenta el imaginario colectivo y estructura las identidades. En Paraguay se trata de una representación de la guerra de la Triple Alianza. La de un país poblado por un pueblo pacífico y progresista, que vivía feliz aislado del mundo, y que fue forzado a una guerra de exterminio por sus vecinos, durante la cual todos los hombres desaparecieron, porque rechazando la rendición aceptaron el sacrificio, pero cuya identidad nacional fue preservada por las mujeres, que sobrevivieron y repoblaron el territorio.
4 Tésis presenta en Luc Capdevila, Une guerre totale, Paraguay 1864-1870. Essai d’histoire du temps (...)
7 El arraigamiento de esta representación en el imaginario colectivo fue facilitado por la institucionalización de una historia oficial por los regímenes militares. Pero, la voluntad de una facción, o de una corriente política no puede explicar por sí sola su estabilidad en la sociedad en la duración. Nuestra hipótesis es que el relato histórico decretado por los gobiernos autoritarios pudo instalarse porque estaba en fase con la sociedad. Desde luego, se podría observar aquí una construcción compleja de la memoria, donde el mantenimiento de una pregnancia inalterada del pasado/presente en el espacio social habría resultado de un doble movimiento[4]. Primer movimiento, el del pasado que se impone al presente. O sea según una lectura psicoanalítica de la memoria, la existencia de un traumatismo enquistado en la conciencia colectiva cuya sociedad no puede separarse. Es la idea de un pasado que no pasa. El segundo movimiento está incluido en la sociología de la memoria. Corresponde a la acción realizada por una sociedad en búsqueda de identidad, que al preguntarse sobre su porvenir busca respuestas en su pasado. Inventa así una tradición produciendo un relato y organizando un dispositivo conmemorativo para transmitir su representación del pasado a las generaciones siguientes.
8 Este doble movimiento es observable en la sociedad paraguaya de los años 1900/1930, o sea antes de que las corrientes autoritarias se impongan a la dirección del Estado, y mientras que vivían todavía veteranos de la guerra de la Triple Alianza.
9 Es de esta mecánica que quisiera discutir, trabajando sobre la convergencia de tres escenas que condujeron a estabilizar la representación paraguaya de la guerra de la Triple Alianza. La primera es la de los supervivientes y de la transmisión de la experiencia de guerra. La segunda es la de las generaciones de la posguerra, sus búsquedas identitarias y sus inversiones en la escritura de un relato épico del conflicto. La tercera es la de la dictadura que en simbiosis con el imaginario colectivo hizo de la historia un instrumento fundamental de su dispositivo de encerramiento.
¿Qué experiencia transmitir para los supervivientes paraguayos de la guerra?
10 Sin caer en la trampa determinista, es necesario interrogar los mecanismos que condujeron a hacer del revisionismo histórico una corriente historiográfica dominante en Paraguay.
Efectivamente, durante la posguerra, hasta el principio del siglo XX, el sistema de representación liberal de la historia, oponiendo la civilización a la barbarie organizaba el discurso público. Entonces, la guerra era representada como una catástrofe cuyo López era responsable. Cuando se hablaba de la epopeya nacional, se trataba de la reconstrucción del país, no de la contienda. Pero el Paraguay es un caso particular, ya que la representación liberal del pasado fue cubierta a término medio por el revisionismo histórico, sabiendo que en este país el revisionismo corresponde en primer lugar en un relato de la guerra de la Triple Alianza y en segundo lugar en la interpretación de la personalidad del mariscal López ¿Entonces, como pasamos de una representación del caos de la guerra, a la guerra como epopeya nacional? 5 Léer Francisco Doratioto, Maldita Guerra. Nova história da Guerra do Paraguai, São Paulo, Companhi (...)
6 Liliana M. Brezzo & Beatriz Figallo, La Argentina y el Paraguay, de la guerra a la integración (...)
11 Por lo que se refiere al discurso público, el análisis es bastante simple.
El Estado paraguayo fue organizado inmediatamente después del conflicto con élites procedentes de los dos campos bajo el control de los vencedores: opositores a López que habían hecho la guerra bajo la bandera argentina, y partidarios de López quienes, hechos prisioneros por los brasileños, fueron luego colocados al poder por estos últimos para equilibrar la relación con el aliado argentino[5]. Mediante el decreto del 17 de agosto del 1869 del Gobierno provisional, Francisco Solano López es despojado de la nacionalidad paraguaya y declarado "asesino de su patria y enemigo del género humano". Así pues, el Estado y las élites políticas instalaron en el espacio público la representación de la guerra de los vencedores, denunciando sobre todo la tiranía y la locura de López, haciéndole llevar la responsabilidad del "naufragio nacional". Él y sus antecesores habrían mantenido el Paraguay en un estado de barbarie. En consecuencia, la guerra, finalmente, habría permitido a los paraguayos engancharse al tren de la modernidad[6]. Concentrar todas las responsabilidades sobre el jefe fallecido era para las élites resultantes de los dos campos una lectura cómoda que les evitaba todo examen de conciencia, y les permitía callar sus desacuerdos. Por otra parte, esta lectura de la historia conduce a pensar una ruptura radical a favor del progreso, y rechaza la idéa de la continuidad histórica. Sin embargo, estaban en contradicción con la sensibilidad de numerosos supervivientes, que ciertamente se dividían sobre la interpretación de la figura del mariscal López, pero cuyo mayor número esperaba el reconocimiento de su participación en la contienda y de su sacrificio patriótico ¿Cómo dar sentido a un sacrificio colectivo, cuya causa se reducía a los caprichos de un monstruo? Se entiende la contradicción esencial a la cual se enfrentaba esta primera generación.
7 Algunos datos sobre este tema en Saturnino Ferreira Pérez,Testimonios de un capitán de la guerra (...)
8 Osvaldo Kallsen,Asunción y sus calles, Asunción, Junta municipal, 1998.
Este texto propone un modelo interpretativo de la construcción de una simbología basada sobre una representación de la guerra de la Triple Alianza que hizo del Paraguay un país memoria. Se tratará de presentar las distintas coyunturas culturales durante las cuales los individuos, la sociedad y el Estado se preguntaron sobre la transmisión del recuerdo de la guerra, la escritura de su historia e inventaron una tradición.
Con el cambio político que experimenta el Paraguay desde hace unos meses, es probable que la transición de régimen de historicidad empezada en los años 1990 se vaya acelerando. Es un punto que precisaré en la conclusión. Sin embargo, todavía, el espacio público paraguayo permanece profundamente marcado por la memoria épica de la guerra de la Triple Alianza.
1 Delicia Villagra Batoux, « À propos de l’œuvre de Carlos Martínez Gamba Ñorairõ ñemombe’u Géu (...)
2 El eco de esta contienda del siglo XIX organiza aún la simbología que trama el espacio social. Se trata, en particular, de los marcadores identitarios que estructuran las circulaciones del entre-sí. Es el caso por ejemplo de las imágenes impresas en los billetes de banco y acuñadas en las monedas. La última serie de monedas que salió en 2006/2007 reúne, para la de 100 guaraníes, el busto del general Díaz con las ruinas de la iglesia de Humaitá. La de 1000 guaraníes presenta el mariscal López con el panteón nacional de los héroes. Y en cuanto al general Caballero, está representado sobre la de 500 guaraníes. Los nombres de las calles en los centros-ciudades, los de las compañías de autobús, los lugares históricos dispersos en el territorio, la fiesta nacional del 1° de marzo dicha "día de los
héroes", escriben un relato de la guerra de la Triple Alianza. En la sociedad, instituciones, organizaciones potentes preservan esta narración. Las Fuerzas armadas conservan el mariscal López como figura tutelar.
El Partido Colorado, al poder de manera continua entre 1948 y 2008, que designa al general Caballero como su único fundador, se piensa también como el garante de la memoria de la guerra de la Triple Alianza. A este respecto, observamos que la primera obra en guaraní que recibió el premio nacional de literatura en 2003 en el Palacio del mariscal López –una distinción decretada cada dos años por el Senado– se entregó a Carlos Martínez Gamba por su obra que narraba la epopeya del pueblo paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza[1].
3 Es inútil multiplicar a los ejemplos. Pero hay que decir que este tejido simbólico organiza una representación de la guerra de la Triple Alianza.
A través de la omnipresencia de las figuras de López, Díaz, Caballero, de la Residenta, las ruinas de Humaitá, Minas Cué, Vapor Cué, el recuerdo de Cerro Corá, Ytororó, etc, la representación es la de un pueblo de héroes que consintió el sacrificio último para preservar su identidad. Es la historia de una nación que se superó en la derrota. La representación, en su núcleo, se organiza en torno a la figura controvertida de Francisco Solano López.
Más allá del tejido simbólico, profundamente arraigado en el imaginario colectivo, la representación del acontecimiento forma el substrato de las identidades colectivas. Su interiorización, es decir el sentimiento de pertenecer a un pueblo de héroes, y de ser unos de los dignos descendientes de los soldados de López, marcó profundamente la identidad de los veteranos de la guerra del Chaco. Aún hoy, se puede recoger este imaginario en acción entre las generaciones más recientes. Por ejemplo cuando los familiares de los fallecidos en el incendio del supermercado Ycuá Bolaños, el 1° de agosto del 2004, en vez de convocar víctimas mencionan a los "mártires".
2 Eric Hobsbawm and Terence Ranger (dir.),The Invention of Tradition, Cambridge, Cambridge Universi(...)
3 Léer en particular el ensayo fundamental de Guido Rodríguez Alcalá, Ideología autoritaria, Asunción (...)
4 La densidad y la estabilidad de esta representación del pasado planteen la cuestión fundamental de la invención de una tradición, según la expresión de Eric Hobsbawm y Terence Ranger[2].
Es decir, la existencia de un proceso que emana de la acción de grupos de ciudadanos y de las élites políticas para dotarse de una simbología afirmando una continuidad histórica, consistente en fiestas, rituales, lugares de memoria, valores cuya finalidad consiste en dar de la cohesión social, legitimar instituciones y fundar una identidad común, que por supuesto no es un dado pero una construcción cultural. Hay que recordar que unas de las características de la tradición, según Hobsbawm, es que a la diferencia de la costumbre que puede cambiar, la tradición es fundamentalmente invariable. Para el Paraguay, varios autores perciben el origen de esta tradición inventada en la acción común de la dictadura
militar y del oportunismo político de las corrientes autoritarias en los años 1930[3].
5 Cierto, desde el final de esta década los gobiernos autoritarios que se sucedieron durante un medio siglo equiparon el territorio con este entorno de memoria. El coronel Franco decretó en 1936 fiesta nacional "día de los héroes" el 1° de marzo, el día aniversario de la derrota de Cerro Corá. La reforma monetaria como la denominación en cascada de nombres de calles, o de establecimientos escolares, que han conducido a instalar en la vida común la representación heroica del Paraguay en guerra contra la Triple Alianza, data de la dictadura del general Morínigo en los años cuarenta. En cuanto a la patrimonialisación de los lugares históricos y a la sistematización de las referencias diarias a la guerra, que participan de lo que se puede calificar como discurso totalitario sobre la historia, fueron hechos bajo la dictadura del general Stroessner, entre 1954 y 1989. Entonces sí, las dictaduras militares tramaron el tejido simbólico, organizaron el entorno de memoria, instalaron en la duración un meta-discurso sobre el pasado.
6 Sin embargo, ya desde el final del siglo XIX la guerra de la Triple Alianza en el Paraguay ha constituido un relato referencial. Se puede observarlo en los diarios de los viajeros. Desde que uno entraba en este país estaba enseguida impresionado por la vitalidad de los relatos de la última guerra. De modo que, a su vez, interpretaba este país, su destino, sus dolores, sus habitantes, conforme a lo que la guerra había supuestamente hecho de ellos, cuando en realidad habían pasado décadas. Es lo propio del relato referencial, ser una historia que cada uno conoce, una historia que empapa el espacio público, que alimenta el imaginario colectivo y estructura las identidades. En Paraguay se trata de una representación de la guerra de la Triple Alianza. La de un país poblado por un pueblo pacífico y progresista, que vivía feliz aislado del mundo, y que fue forzado a una guerra de exterminio por sus vecinos, durante la cual todos los hombres desaparecieron, porque rechazando la rendición aceptaron el sacrificio, pero cuya identidad nacional fue preservada por las mujeres, que sobrevivieron y repoblaron el territorio.
4 Tésis presenta en Luc Capdevila, Une guerre totale, Paraguay 1864-1870. Essai d’histoire du temps (...)
7 El arraigamiento de esta representación en el imaginario colectivo fue facilitado por la institucionalización de una historia oficial por los regímenes militares. Pero, la voluntad de una facción, o de una corriente política no puede explicar por sí sola su estabilidad en la sociedad en la duración. Nuestra hipótesis es que el relato histórico decretado por los gobiernos autoritarios pudo instalarse porque estaba en fase con la sociedad. Desde luego, se podría observar aquí una construcción compleja de la memoria, donde el mantenimiento de una pregnancia inalterada del pasado/presente en el espacio social habría resultado de un doble movimiento[4]. Primer movimiento, el del pasado que se impone al presente. O sea según una lectura psicoanalítica de la memoria, la existencia de un traumatismo enquistado en la conciencia colectiva cuya sociedad no puede separarse. Es la idea de un pasado que no pasa. El segundo movimiento está incluido en la sociología de la memoria. Corresponde a la acción realizada por una sociedad en búsqueda de identidad, que al preguntarse sobre su porvenir busca respuestas en su pasado. Inventa así una tradición produciendo un relato y organizando un dispositivo conmemorativo para transmitir su representación del pasado a las generaciones siguientes.
8 Este doble movimiento es observable en la sociedad paraguaya de los años 1900/1930, o sea antes de que las corrientes autoritarias se impongan a la dirección del Estado, y mientras que vivían todavía veteranos de la guerra de la Triple Alianza.
9 Es de esta mecánica que quisiera discutir, trabajando sobre la convergencia de tres escenas que condujeron a estabilizar la representación paraguaya de la guerra de la Triple Alianza. La primera es la de los supervivientes y de la transmisión de la experiencia de guerra. La segunda es la de las generaciones de la posguerra, sus búsquedas identitarias y sus inversiones en la escritura de un relato épico del conflicto. La tercera es la de la dictadura que en simbiosis con el imaginario colectivo hizo de la historia un instrumento fundamental de su dispositivo de encerramiento.
¿Qué experiencia transmitir para los supervivientes paraguayos de la guerra?
10 Sin caer en la trampa determinista, es necesario interrogar los mecanismos que condujeron a hacer del revisionismo histórico una corriente historiográfica dominante en Paraguay.
Efectivamente, durante la posguerra, hasta el principio del siglo XX, el sistema de representación liberal de la historia, oponiendo la civilización a la barbarie organizaba el discurso público. Entonces, la guerra era representada como una catástrofe cuyo López era responsable. Cuando se hablaba de la epopeya nacional, se trataba de la reconstrucción del país, no de la contienda. Pero el Paraguay es un caso particular, ya que la representación liberal del pasado fue cubierta a término medio por el revisionismo histórico, sabiendo que en este país el revisionismo corresponde en primer lugar en un relato de la guerra de la Triple Alianza y en segundo lugar en la interpretación de la personalidad del mariscal López ¿Entonces, como pasamos de una representación del caos de la guerra, a la guerra como epopeya nacional? 5 Léer Francisco Doratioto, Maldita Guerra. Nova história da Guerra do Paraguai, São Paulo, Companhi (...)
6 Liliana M. Brezzo & Beatriz Figallo, La Argentina y el Paraguay, de la guerra a la integración (...)
11 Por lo que se refiere al discurso público, el análisis es bastante simple.
El Estado paraguayo fue organizado inmediatamente después del conflicto con élites procedentes de los dos campos bajo el control de los vencedores: opositores a López que habían hecho la guerra bajo la bandera argentina, y partidarios de López quienes, hechos prisioneros por los brasileños, fueron luego colocados al poder por estos últimos para equilibrar la relación con el aliado argentino[5]. Mediante el decreto del 17 de agosto del 1869 del Gobierno provisional, Francisco Solano López es despojado de la nacionalidad paraguaya y declarado "asesino de su patria y enemigo del género humano". Así pues, el Estado y las élites políticas instalaron en el espacio público la representación de la guerra de los vencedores, denunciando sobre todo la tiranía y la locura de López, haciéndole llevar la responsabilidad del "naufragio nacional". Él y sus antecesores habrían mantenido el Paraguay en un estado de barbarie. En consecuencia, la guerra, finalmente, habría permitido a los paraguayos engancharse al tren de la modernidad[6]. Concentrar todas las responsabilidades sobre el jefe fallecido era para las élites resultantes de los dos campos una lectura cómoda que les evitaba todo examen de conciencia, y les permitía callar sus desacuerdos. Por otra parte, esta lectura de la historia conduce a pensar una ruptura radical a favor del progreso, y rechaza la idéa de la continuidad histórica. Sin embargo, estaban en contradicción con la sensibilidad de numerosos supervivientes, que ciertamente se dividían sobre la interpretación de la figura del mariscal López, pero cuyo mayor número esperaba el reconocimiento de su participación en la contienda y de su sacrificio patriótico ¿Cómo dar sentido a un sacrificio colectivo, cuya causa se reducía a los caprichos de un monstruo? Se entiende la contradicción esencial a la cual se enfrentaba esta primera generación.
7 Algunos datos sobre este tema en Saturnino Ferreira Pérez,Testimonios de un capitán de la guerra (...)
8 Osvaldo Kallsen,Asunción y sus calles, Asunción, Junta municipal, 1998.
9 Cf. Carlos R. Centurión, Historia de las letras paraguayas, 3 tomos, Buenos Aires, 1947, y Histori (...)
10 Juan Silvano Godoi,Monografias Históricas, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1893.
10 Juan Silvano Godoi,Monografias Históricas, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1893.
11 Archivo del Ministerio de Defensa Nacional Asunción, « Veteranos reconocidos » y « no reconocidos (...)
12 En la posguerra, se nota expresiones de una contra-memoria que manifiesta una oposición o una resistencia al espíritu de las conmemoraciones oficiales, en particular los 25 de noviembre, día aniversario del jurado de la nueva constitución. Pero dejaron pocos rastros en los archivos. Los veteranos o los supervivientes hablaban poco públicamente de la contienda y no publicaron testimonio sobre su experiencia hasta la mitad de los años 1880. Pero el acceso al poder de los oficiales que seguían siendo fieles al mariscal López, en los años 1880 liberó una expresión moderada del patriotismo. Los veteranos conmemoraban más abiertamente la victoria de Curupayty los 22 de septiembre y la muerte del mariscal el 1° de marzo[7]. Con el general Caballero y sus sucesores, comenzó una política de desinhibición del recuerdo, reforzando el orgullo nacional. A sus principios era tímida, observable, por ejemplo en los nombres asignados a las calles de Asunción en 1889. Éstos conmemoraban la victoria de "Curupayty", el "general Díaz", y la resistencia militar a "Humaitá"[8].
13 Los años 1890 señalaron un inicio de reconstrucción identitaria, cuya expresión de un imaginario heroico de la guerra fue una de las principales manifestaciones. La iniciativa parece emanar tanto de los grupos veteranos como de las generaciones de la posguerra. Bien conocida por los análisis de los estudios literarios sobre los cuales no volveremos[9], esta cuestión lo está mucho menos si nos referimos al movimiento social al origen de esta dinámica cultural. Efectivamente, éste es fácilmente localizable en la actividad editorial. En primer lugar se ha caracterizado por las primeras publicaciones de relatos de guerra paraguayos: los recuerdos del coronel Centurión en 1894, la edición póstuma de las memorias del general Resquín en 1895. Al mismo tiempo, testimonios menos ambiciosos comenzaban a ser publicados en la prensa. Es por otra parte observable en la creación de revistas y en la producción literaria que empezaron con el desarrollo de una estética épica de la guerra. Durante este período Juan Silvano Godoi comenzó a escribir sobre la epopeya. Publicó una primera biografía del general Díaz en 1893 que se abría sobre un retrato policromo del mariscal López[10]. Esta primera generación aspiraba a ofrecer a los compatriotas referencias para estimular o producir el orgullo nacional. Para eso, invistieron en la historia y se comprometieron en una escritura exaltada de los hechos de guerra. Al final de los años 1890, el almanaque nacional, publicado por la casa de edición Kraus en Asunción, dedicaba páginas enteras de cronología a la guerra de la Triple alianza tituladas "tiempo de su heroísmo". Del mismo modo, a principios de los años 1900, el diario La Patria tenía una rúbrica en primera página titulada "recuerdos de gloria", en la cual conmemoraba los aniversarios de las grandes batallas. En 1903, la decisión fue adoptada de levantar un monumento en recuerdo de la batalla de Ytororó (6 de diciembre del 1868) y a la memoria de su jefe, el general Caballero. Es cierto, se trataba de honrar a la personalidad que seguía siendo aún el hombre fuerte del país. Pero, a través de él, el pueblo de los héroes comenzaba a auto-celebrarse.
14 No obstante, Caballero no trato de rehabilitar oficialmente la imagen de su ex-jefe. Bajo su régimen, la denuncia del "Nerón americano" permaneció como la expresión de un conformismo republicano. Toda tentativa de rehabilitarlo daba lugar a una reprobación pública, firme y rápida. Pero a diferencia de los años 1870, la prensa de los años 1880-1890 dejó de mencionar el "siniestro" recuerdo del mariscal López con motivo de su día aniversario, el 24 de julio. El 24 de julio de 1891, por iniciativa del Presidente González, hubo incluso la organización de una pequeña ceremonia para celebrar su nacimiento. Parece que dentro del aparato de Estado hubo responsables que actuaron, a partir de esta década, para impulsar la construcción de una memoria pública patriótica de la nación en guerra, favoreciendo la aparición esporádica de una imagen gloriosa del mariscal López.
15 Fue durante este mismo período que el gobierno tomó la iniciativa de ayudar a los inválidos de guerra[11]. Lo que condujo al final a hacer surgir los excombatientes como categoría social. Estos veteranos formaban un grupo de hombres para los cuales la expresión del patriotismo significaba haber combatido bajo los órdenes del mariscal o de sus tenientes. Llevaban en su conciencia la responsabilidad de su participación en el desastre, pero al mismo tiempo estaban convencidos de que la agresión era la de los aliados. Desde luego, su actuación en la defensa nacional era legítima. Se sentían culpables también de sobrevivir. De ahí sus búsquedas de explicaciones, pero encontradas en justificaciones poco gloriosas para unos guerreros: la captura, la deserción, la invalidez, como se puede observarlo en los numerosos pedidos de pensiones conservados en el archivo del Ministerio de Defensa[12].
12 En la posguerra, se nota expresiones de una contra-memoria que manifiesta una oposición o una resistencia al espíritu de las conmemoraciones oficiales, en particular los 25 de noviembre, día aniversario del jurado de la nueva constitución. Pero dejaron pocos rastros en los archivos. Los veteranos o los supervivientes hablaban poco públicamente de la contienda y no publicaron testimonio sobre su experiencia hasta la mitad de los años 1880. Pero el acceso al poder de los oficiales que seguían siendo fieles al mariscal López, en los años 1880 liberó una expresión moderada del patriotismo. Los veteranos conmemoraban más abiertamente la victoria de Curupayty los 22 de septiembre y la muerte del mariscal el 1° de marzo[7]. Con el general Caballero y sus sucesores, comenzó una política de desinhibición del recuerdo, reforzando el orgullo nacional. A sus principios era tímida, observable, por ejemplo en los nombres asignados a las calles de Asunción en 1889. Éstos conmemoraban la victoria de "Curupayty", el "general Díaz", y la resistencia militar a "Humaitá"[8].
13 Los años 1890 señalaron un inicio de reconstrucción identitaria, cuya expresión de un imaginario heroico de la guerra fue una de las principales manifestaciones. La iniciativa parece emanar tanto de los grupos veteranos como de las generaciones de la posguerra. Bien conocida por los análisis de los estudios literarios sobre los cuales no volveremos[9], esta cuestión lo está mucho menos si nos referimos al movimiento social al origen de esta dinámica cultural. Efectivamente, éste es fácilmente localizable en la actividad editorial. En primer lugar se ha caracterizado por las primeras publicaciones de relatos de guerra paraguayos: los recuerdos del coronel Centurión en 1894, la edición póstuma de las memorias del general Resquín en 1895. Al mismo tiempo, testimonios menos ambiciosos comenzaban a ser publicados en la prensa. Es por otra parte observable en la creación de revistas y en la producción literaria que empezaron con el desarrollo de una estética épica de la guerra. Durante este período Juan Silvano Godoi comenzó a escribir sobre la epopeya. Publicó una primera biografía del general Díaz en 1893 que se abría sobre un retrato policromo del mariscal López[10]. Esta primera generación aspiraba a ofrecer a los compatriotas referencias para estimular o producir el orgullo nacional. Para eso, invistieron en la historia y se comprometieron en una escritura exaltada de los hechos de guerra. Al final de los años 1890, el almanaque nacional, publicado por la casa de edición Kraus en Asunción, dedicaba páginas enteras de cronología a la guerra de la Triple alianza tituladas "tiempo de su heroísmo". Del mismo modo, a principios de los años 1900, el diario La Patria tenía una rúbrica en primera página titulada "recuerdos de gloria", en la cual conmemoraba los aniversarios de las grandes batallas. En 1903, la decisión fue adoptada de levantar un monumento en recuerdo de la batalla de Ytororó (6 de diciembre del 1868) y a la memoria de su jefe, el general Caballero. Es cierto, se trataba de honrar a la personalidad que seguía siendo aún el hombre fuerte del país. Pero, a través de él, el pueblo de los héroes comenzaba a auto-celebrarse.
14 No obstante, Caballero no trato de rehabilitar oficialmente la imagen de su ex-jefe. Bajo su régimen, la denuncia del "Nerón americano" permaneció como la expresión de un conformismo republicano. Toda tentativa de rehabilitarlo daba lugar a una reprobación pública, firme y rápida. Pero a diferencia de los años 1870, la prensa de los años 1880-1890 dejó de mencionar el "siniestro" recuerdo del mariscal López con motivo de su día aniversario, el 24 de julio. El 24 de julio de 1891, por iniciativa del Presidente González, hubo incluso la organización de una pequeña ceremonia para celebrar su nacimiento. Parece que dentro del aparato de Estado hubo responsables que actuaron, a partir de esta década, para impulsar la construcción de una memoria pública patriótica de la nación en guerra, favoreciendo la aparición esporádica de una imagen gloriosa del mariscal López.
15 Fue durante este mismo período que el gobierno tomó la iniciativa de ayudar a los inválidos de guerra[11]. Lo que condujo al final a hacer surgir los excombatientes como categoría social. Estos veteranos formaban un grupo de hombres para los cuales la expresión del patriotismo significaba haber combatido bajo los órdenes del mariscal o de sus tenientes. Llevaban en su conciencia la responsabilidad de su participación en el desastre, pero al mismo tiempo estaban convencidos de que la agresión era la de los aliados. Desde luego, su actuación en la defensa nacional era legítima. Se sentían culpables también de sobrevivir. De ahí sus búsquedas de explicaciones, pero encontradas en justificaciones poco gloriosas para unos guerreros: la captura, la deserción, la invalidez, como se puede observarlo en los numerosos pedidos de pensiones conservados en el archivo del Ministerio de Defensa[12].
13 Biblioteca del Museo de Historia Militar, Asunción, archivo Gill Aguinaga.
14 Francisco I. Resquin, Datos históricos de la guerra del Paraguay con la Tripla Alianza, Asunción, (...)
14 Francisco I. Resquin, Datos históricos de la guerra del Paraguay con la Tripla Alianza, Asunción, (...)
15 Archivo del Ministerio de Defensa Nacional Asunción, « Veteranos reconocidos » y « no reconocidos (...)
16 En la colección Gill Aguinaga se conserva la totalidad del relato de guerra de Romualdo Núñez (1836-1909)[13]. Capitán de fragata, fue movilizado durante todo el conflicto. En las memorias de Resquín, es denunciado como desertor[14]. Respondió a la acusación por una serie de artículos publicados en La Opinión en 1895. Finalmente esta memoria de Romualdo Núñez, que él pretende haber escrito para sus niños, consistía en la justificación de las condiciones de su supervivencia. Seguía mostrando que había combatido valientemente hasta el final, explicando que había sido seriamente herido a la pierna, mientras seguía a López en su éxodo hacia Cerro Corá. Ahora bien, Resquín había dado la orden de pasar a la lanza todos los atrasados. La guerra estaba perdida. Él ya no servía más. Quedarse lo condenaba evidentemente a una muerte infligida por los niños soldados entonces con su hermano decidieron dejar la columna. La última parte del relato se refiere a su fuga en la selva, en la cual descubrió a otros desertores que se adjuntaron a él.
17 Así, con sus experiencias singulares los veteranos personificaban el recuerdo del "naufragio nacional". Sus trayectorias de soldados habían consistido en la vecindad de la deserción de los compañeros de armas y en la participación en las masacres de compatriotas. Tenían tantos relatos de vida como experiencias que contradecían el mito nacional. Era una experiencia ambivalente, complicada de transmitir, la de una generación a la identidad masculina rota, que se sentía responsable del naufragio y convencida de haber hecho su deber y haber realizado proezas. La memoria de los niños soldados analfabetos que formaban la parte mayor de los excombatientes era aún más confusa[15], ya que los jóvenes protagonistas traumatizados de la resistencia última fueron implicados plenamente en las masacres del pueblo de López.
La yema nacionalista de los años 1900
18 En los años 1900, treinta años después de la guerra, el Paraguay estaba en plena reconstrucción identitaria. Lo que es particular a este país, es que la corriente nacionalista que surgió entonces asoció íntimamente la acción política al militantismo para la memoria. Los nacionalistas actuaron en el espacio público como portadores de memoria. El discurso que construyeron sobre la nación era un relato en primer lugar sobre la historia nacional, es decir sobre la continuidad histórica, que ponía en su centro la guerra de la Triple Alianza y la figura de López.
19 Los fundamentos de este planteamiento eran múltiples. La guerra contra la Triple Alianza se consideraba como un acontecimiento probatorio, que supuestamente había puesto de relieve la cohesión previa del grupo, su identidad, sus valores, y que explicaba las condiciones de su existencia presente. Se trataba también de acaparar el discurso público sobre el pasado nacional, cuya lectura hasta entonces retomaba la visión de los vencedores. Es probablemente allí una de las claves de la prosperidad y de la precocidad del revisionismo histórico en Paraguay, con relación a las corrientes vecinas en el Cono sur, ya que aquí la comunidad de los vencidos se apropió el Estado. Por lo tanto el proceso parece más identitario que ideológico. Ya que esta representación era compartida por el mayor número, por los hombres y las mujeres, en particular los jóvenes, aunque la tradición histórica memoriza esencialmente la acción de algunos intelectuales ruidosos y exaltados. Pero las consecuencias ideológicas fueron esenciales. Ya que a largo plazo, el impacto de esta lectura mítica del pasado de López y de Francia, identificado a una edad de oro, condujo a rehabilitar los grandes caudillos del siglo XIX, y luego a abrir el camino hacia el autoritarismo, con la idea que el Paraguay era grande y seguro cuando los paraguayos eran unidos y dirigidos por grandes jefes. De hecho, allí donde los padres fallaron, los hijos asumieron la elaboración de una memoria colectiva de la guerra y construyeron un discurso audible, que se volvió consensual entre los años 1910 y 1930.
16 Por ejemplo el discurso del excombatiente Florentín Centurión plaza Uruguaya, La Patria, 5 janvier (...)
20Hubo un injerto entre los testigos y los portadores de memoria, entre los supervivientes y sus sucesores. En primer lugar por lo que se refiere al imaginario, en la medida en que la nueva generación sólo retuvo una parte de la experiencia de guerra de los veteranos, su dimensión épica, para construir un relato histórico simple y coherente con su discurso de gloria sobre la nación. El injerto se refiere también al movimiento social, ya que, el movimiento nacionalista trató de movilizar a los excombatientes a su beneficio. Haciendo de ellos su clientela política, los hacía participar en las manifestaciones, pero sin darles la palabra, los primeros intentos siendo poco concluyentes tanto el discurso veterano era confuso[16].
17 Arsenio López Decoud (e. a.), La República del Paraguay, un siglo de vida nacional, 1811-1911, Bue (...)
18 Liliana M. Brezzo,Aislamiento, Nación e Historia en el Río de la Plata: Argentina y Paraguay. Sig (...)
16 En la colección Gill Aguinaga se conserva la totalidad del relato de guerra de Romualdo Núñez (1836-1909)[13]. Capitán de fragata, fue movilizado durante todo el conflicto. En las memorias de Resquín, es denunciado como desertor[14]. Respondió a la acusación por una serie de artículos publicados en La Opinión en 1895. Finalmente esta memoria de Romualdo Núñez, que él pretende haber escrito para sus niños, consistía en la justificación de las condiciones de su supervivencia. Seguía mostrando que había combatido valientemente hasta el final, explicando que había sido seriamente herido a la pierna, mientras seguía a López en su éxodo hacia Cerro Corá. Ahora bien, Resquín había dado la orden de pasar a la lanza todos los atrasados. La guerra estaba perdida. Él ya no servía más. Quedarse lo condenaba evidentemente a una muerte infligida por los niños soldados entonces con su hermano decidieron dejar la columna. La última parte del relato se refiere a su fuga en la selva, en la cual descubrió a otros desertores que se adjuntaron a él.
17 Así, con sus experiencias singulares los veteranos personificaban el recuerdo del "naufragio nacional". Sus trayectorias de soldados habían consistido en la vecindad de la deserción de los compañeros de armas y en la participación en las masacres de compatriotas. Tenían tantos relatos de vida como experiencias que contradecían el mito nacional. Era una experiencia ambivalente, complicada de transmitir, la de una generación a la identidad masculina rota, que se sentía responsable del naufragio y convencida de haber hecho su deber y haber realizado proezas. La memoria de los niños soldados analfabetos que formaban la parte mayor de los excombatientes era aún más confusa[15], ya que los jóvenes protagonistas traumatizados de la resistencia última fueron implicados plenamente en las masacres del pueblo de López.
La yema nacionalista de los años 1900
18 En los años 1900, treinta años después de la guerra, el Paraguay estaba en plena reconstrucción identitaria. Lo que es particular a este país, es que la corriente nacionalista que surgió entonces asoció íntimamente la acción política al militantismo para la memoria. Los nacionalistas actuaron en el espacio público como portadores de memoria. El discurso que construyeron sobre la nación era un relato en primer lugar sobre la historia nacional, es decir sobre la continuidad histórica, que ponía en su centro la guerra de la Triple Alianza y la figura de López.
19 Los fundamentos de este planteamiento eran múltiples. La guerra contra la Triple Alianza se consideraba como un acontecimiento probatorio, que supuestamente había puesto de relieve la cohesión previa del grupo, su identidad, sus valores, y que explicaba las condiciones de su existencia presente. Se trataba también de acaparar el discurso público sobre el pasado nacional, cuya lectura hasta entonces retomaba la visión de los vencedores. Es probablemente allí una de las claves de la prosperidad y de la precocidad del revisionismo histórico en Paraguay, con relación a las corrientes vecinas en el Cono sur, ya que aquí la comunidad de los vencidos se apropió el Estado. Por lo tanto el proceso parece más identitario que ideológico. Ya que esta representación era compartida por el mayor número, por los hombres y las mujeres, en particular los jóvenes, aunque la tradición histórica memoriza esencialmente la acción de algunos intelectuales ruidosos y exaltados. Pero las consecuencias ideológicas fueron esenciales. Ya que a largo plazo, el impacto de esta lectura mítica del pasado de López y de Francia, identificado a una edad de oro, condujo a rehabilitar los grandes caudillos del siglo XIX, y luego a abrir el camino hacia el autoritarismo, con la idea que el Paraguay era grande y seguro cuando los paraguayos eran unidos y dirigidos por grandes jefes. De hecho, allí donde los padres fallaron, los hijos asumieron la elaboración de una memoria colectiva de la guerra y construyeron un discurso audible, que se volvió consensual entre los años 1910 y 1930.
16 Por ejemplo el discurso del excombatiente Florentín Centurión plaza Uruguaya, La Patria, 5 janvier (...)
20Hubo un injerto entre los testigos y los portadores de memoria, entre los supervivientes y sus sucesores. En primer lugar por lo que se refiere al imaginario, en la medida en que la nueva generación sólo retuvo una parte de la experiencia de guerra de los veteranos, su dimensión épica, para construir un relato histórico simple y coherente con su discurso de gloria sobre la nación. El injerto se refiere también al movimiento social, ya que, el movimiento nacionalista trató de movilizar a los excombatientes a su beneficio. Haciendo de ellos su clientela política, los hacía participar en las manifestaciones, pero sin darles la palabra, los primeros intentos siendo poco concluyentes tanto el discurso veterano era confuso[16].
17 Arsenio López Decoud (e. a.), La República del Paraguay, un siglo de vida nacional, 1811-1911, Bue (...)
18 Liliana M. Brezzo,Aislamiento, Nación e Historia en el Río de la Plata: Argentina y Paraguay. Sig (...)
21 La representación de la guerra difundida en el espacio público y forzando el consenso estaba basada en el mito del heroísmo del soldado paraguayo y de su consentimiento al sacrificio. Su relato se estabilizó en el álbum del centenario[17]. Una obra monumento publicada en 1911 que reunía a los intelectuales mayores del momento[18]. Juan O' Leary, el fundador del revisionismo paraguayo, escribió el capítulo consagrado a la guerra de la Triple Alianza. Sus páginas ocupan una superficie desproporcionada con relación a las otras rúbricas. Son 90 páginas de texto denso sobre la guerra de la Triple Alianza que representan un 20% del álbum, o sea la mitad del espacio dedicado a la historia. Lo más notable, es que después el historiador escribió el núcleo fundamental de su obra, y así estabilizó la representación paraguaya de la guerra. Ésta, tomaba cuerpo en la narración de la resistencia heroica de la patria, dirigida por un jefe magnífico, aceptando el sacrificio supremo en su último cuadro. El culto de los lugares, la celebración de los hombres y de los hechos de armas, la escritura lírica, pensada para ser declamada, mezclaba el fuego de las armas con el olor de la sangre, la gloria con la muerte, el honor con el sacrificio, instalaban una relación emocional, casi mística con el pasado.
19 Léer en particular Juan E. O’ Leary,Apostolado patriótico, Asunción, 1930.
20 Por ejemplo, Junta Patriótica Paraguaya, El Mariscal Francisco Solano López, Asunción, 1926; y Héc (...)
19 Léer en particular Juan E. O’ Leary,Apostolado patriótico, Asunción, 1930.
20 Por ejemplo, Junta Patriótica Paraguaya, El Mariscal Francisco Solano López, Asunción, 1926; y Héc (...)
21 Biblioteca del Museo de Etnografía Andrés Barbero (Asunción).
22 Juan O' Leary consagró su larga vida a la narración de las glorias paraguayas[19], ocupando al mismo tiempo una posición de dirigente en el partido Colorado, del cual era uno de los ideólogos. Significativamente, esta manera de decir la epopeya nacional en la guerra contra la Triple Alianza se difundió en la sociedad de los años 1910 y 1920, golpeándose por supuesto con las corrientes de memoria que se enfrentaban a la figura del mariscal López[20], a diferencia del mito del heroísmo del soldado paraguayo que forzaba el consenso. Pero progresivamente hubo una convergencia sobre la rehabilitación del mariscal López, en torno a una idea simple: ¿Cómo dar sentido al sacrificio colectivo, si se debía a la locura de un hombre? ¿Cómo una guerra podría ser justa si es conducida por un jefe injusto? Es también gracias al enlace de instituciones mayores, de las que participan en la formación de la nación, el ejército, la escuela, que progresivamente se instaló el relato épico de la guerra. Éste ponía en escena el heroísmo colectivo en la resistencia y el sacrificio: la residenta, los niños soldados, los jefes consensuales como el general Díaz. Luego, paulatinamente, la figura del mariscal se impuso. Por ejemplo, en Kavure-í, una pequeña revista ilustrada bien pensada destinada a los alumnos, publicada alrededor del año 1920, el patriotismo era casi obsesivo[21]. En realidad se difundió entre los maestros de escuela. Había materiales pedagógicos para hacer la clase y textos para alimentar conferencias. En estos folletos el general Díaz era la referencia patriótica máxima. Pero la figura de López no era completamente ausente.
22 Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, n° 5, Comité de homenaje al Marisca(...)
23 En efecto, en los años veinte, una convergencia favorable a la rehabilitación de la figura del mariscal se afirmó. Esta década acumuló el cincuentenario de la batalla de Cerro Corá, el 1° de marzo de 1920, y el centenario del nacimiento presunto del mariscal López el 24 de julio de 1826. El tiempo de las conmemoraciones fue simultáneamente un tiempo de movilización. Un doble movimiento se produjo. La reconstrucción identitaria entró en resonancia con las tensiones contra Bolivia en el Chaco. Por otra parte, el Paraguay tampoco escapó al desarrollo de las ideologías autoritarias. Pero lo que es significante en el caso paraguayo, es observar la traducción de estas tensiones en la convergencia ideológica y social sobre la figura del mariscal López, y la celebración de la inmolación de la nación en Cerro Corá. Convergencia ideológica, ya que los militantes del partido liberal estuvieron entre los más activos para defender la rehabilitación del mariscal y se acercaron a los militantes del partido Colorado en esta acción[22]. Convergencia social, ya que estas manifestaciones asociaban las élites urbanas a las poblaciones de los barrios populares y del campo. Es importante observar, en esta época, esta sociedad poniéndose en movimiento en torno a esta demanda, como se puede observar con la manifestación del 24 de julio del 1926 para la rehabilitación del mariscal, en el centenario de su nacimiento.
23 Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, carta del Comité de homenaje al Mar (...)
24 El Mariscal López,Una sesión en la Cámara de Diputados, 31 de agosto de 1926, Asunción, Archivo (...)
24 La manifestación ocupó la totalidad del centro de Asunción[23]. Poniendo la memoria colectiva en representación, escribía simbólicamente un relato de la historia nacional, haciendo de los lugares del recuerdo de la guerra y del régimen de López sus principales etapas: plaza Uruguaya en recuerdo de la restitución de los trofeos; el oratorio de la Virgen cuya construcción se había empezado en el tiempo de Francisco Solano López; el teatro nacional construido bajo Carlos Antonio López; el palacio del Gobierno es decir, el palacio de López. Oradores de los dos partidos principales señalaban las pausas para cada una de estas estaciones: la joven guardia intelectual colorado con José Natalicio González por supuesto; pero más aún la de los jóvenes liberales: Pablo Max Ynsfran, Carlos Centurión y Juan Stefanich. Desde el principio del siglo, el polo de las manifestaciones políticas ha conocido un desplazamiento simbólico. En el siglo XIX las reuniones se tenían cerca del río, Plaza de armas, correspondiendo a la sede del antiguo centro cívico flanqueado del cabildo y de la catedral. En adelante, las manifestaciones políticas se desarrollaron dos cuadras más arriba, a lo largo del centro moderno calle Palma, donde la plaza de la Independencia y el oratorio de la Virgen formaban el eje central. Detrás del oratorio, el monumento dedicado a los héroes de la guerra empezaba la formación del futuro complejo patriótico. En esta época, la antigua casa de López existía todavía, calle Palma, a la izquierda del oratorio y del Club Nacionalfundado por los hermanos López. Del mismo modo, las fechas de la memoria lopista, de manera empírica, comenzaron a ritualizar el año cívico, con la celebración ya casi consensual del 1° de marzo y de manera aún esporádica la del 24 de julio. La rehabilitación de López falló en el Parlamento en 1926[24]. En esta sesión sólo los liberales estaban presentes. Pero hay que observar a través de estas manifestaciones, cómo los nacionalistas paraguayos nacionalizaron el centro-ciudad, ocupándolo en masa y marcándole con una simbología patriótica: monumentos, nombres de calles, que ponían en representación la memoria heroica del Paraguay de López en la guerra.
25 Juan Stefanich, El Paraguay en febrero de 1936, Buenos Aires, El Mundo Nuevo, 1946.
25 El consenso de memoria se realizó durante la contienda en el Chaco. La nueva generación de combatientes, y más generalmente toda la sociedad, recibió esta nueva guerra a través de la resonancia de la anterior. El nacionalismo agresivo que se reforzó contra Bolivia asoció "la inmolación" de los abuelos con "la defensa del Chaco". La guerra contra Bolivia apareció como un nuevo acontecimiento probatorio, permitiendo comprobar la dignidad de la nueva generación respecto al sacrificio de los abuelos. El Gobierno golpista del coronel Franco realizó la rehabilitación del mariscal López en 1936, inmediatamente después de la segunda guerra. Las leyes de desnacionalización de López fueron abrogadas desde el primer Consejo de Ministros, quien tomo la decisión de transferir sus cenizas con Fausto al panteón. Tomada en la urgencia, esta medida dicha de la "restauración histórica" apareció como una absoluta necesidad para el Gobierno golpista[25]. En realidad, esta decisión simbólica era la única consensual que el nuevo régimen estaba en condición de tomar. Era llevada por la movilización moral contra Bolivia, y la exaltación patriótica incesante desde el final de los años veinte.
26 Así, el Paraguay estaba en condición de instalar una nueva tradición, en ruptura con la tradición republicana.
Dictadura, historia y enceramiento
22 Juan O' Leary consagró su larga vida a la narración de las glorias paraguayas[19], ocupando al mismo tiempo una posición de dirigente en el partido Colorado, del cual era uno de los ideólogos. Significativamente, esta manera de decir la epopeya nacional en la guerra contra la Triple Alianza se difundió en la sociedad de los años 1910 y 1920, golpeándose por supuesto con las corrientes de memoria que se enfrentaban a la figura del mariscal López[20], a diferencia del mito del heroísmo del soldado paraguayo que forzaba el consenso. Pero progresivamente hubo una convergencia sobre la rehabilitación del mariscal López, en torno a una idea simple: ¿Cómo dar sentido al sacrificio colectivo, si se debía a la locura de un hombre? ¿Cómo una guerra podría ser justa si es conducida por un jefe injusto? Es también gracias al enlace de instituciones mayores, de las que participan en la formación de la nación, el ejército, la escuela, que progresivamente se instaló el relato épico de la guerra. Éste ponía en escena el heroísmo colectivo en la resistencia y el sacrificio: la residenta, los niños soldados, los jefes consensuales como el general Díaz. Luego, paulatinamente, la figura del mariscal se impuso. Por ejemplo, en Kavure-í, una pequeña revista ilustrada bien pensada destinada a los alumnos, publicada alrededor del año 1920, el patriotismo era casi obsesivo[21]. En realidad se difundió entre los maestros de escuela. Había materiales pedagógicos para hacer la clase y textos para alimentar conferencias. En estos folletos el general Díaz era la referencia patriótica máxima. Pero la figura de López no era completamente ausente.
22 Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, n° 5, Comité de homenaje al Marisca(...)
23 En efecto, en los años veinte, una convergencia favorable a la rehabilitación de la figura del mariscal se afirmó. Esta década acumuló el cincuentenario de la batalla de Cerro Corá, el 1° de marzo de 1920, y el centenario del nacimiento presunto del mariscal López el 24 de julio de 1826. El tiempo de las conmemoraciones fue simultáneamente un tiempo de movilización. Un doble movimiento se produjo. La reconstrucción identitaria entró en resonancia con las tensiones contra Bolivia en el Chaco. Por otra parte, el Paraguay tampoco escapó al desarrollo de las ideologías autoritarias. Pero lo que es significante en el caso paraguayo, es observar la traducción de estas tensiones en la convergencia ideológica y social sobre la figura del mariscal López, y la celebración de la inmolación de la nación en Cerro Corá. Convergencia ideológica, ya que los militantes del partido liberal estuvieron entre los más activos para defender la rehabilitación del mariscal y se acercaron a los militantes del partido Colorado en esta acción[22]. Convergencia social, ya que estas manifestaciones asociaban las élites urbanas a las poblaciones de los barrios populares y del campo. Es importante observar, en esta época, esta sociedad poniéndose en movimiento en torno a esta demanda, como se puede observar con la manifestación del 24 de julio del 1926 para la rehabilitación del mariscal, en el centenario de su nacimiento.
23 Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, carta del Comité de homenaje al Mar (...)
24 El Mariscal López,Una sesión en la Cámara de Diputados, 31 de agosto de 1926, Asunción, Archivo (...)
24 La manifestación ocupó la totalidad del centro de Asunción[23]. Poniendo la memoria colectiva en representación, escribía simbólicamente un relato de la historia nacional, haciendo de los lugares del recuerdo de la guerra y del régimen de López sus principales etapas: plaza Uruguaya en recuerdo de la restitución de los trofeos; el oratorio de la Virgen cuya construcción se había empezado en el tiempo de Francisco Solano López; el teatro nacional construido bajo Carlos Antonio López; el palacio del Gobierno es decir, el palacio de López. Oradores de los dos partidos principales señalaban las pausas para cada una de estas estaciones: la joven guardia intelectual colorado con José Natalicio González por supuesto; pero más aún la de los jóvenes liberales: Pablo Max Ynsfran, Carlos Centurión y Juan Stefanich. Desde el principio del siglo, el polo de las manifestaciones políticas ha conocido un desplazamiento simbólico. En el siglo XIX las reuniones se tenían cerca del río, Plaza de armas, correspondiendo a la sede del antiguo centro cívico flanqueado del cabildo y de la catedral. En adelante, las manifestaciones políticas se desarrollaron dos cuadras más arriba, a lo largo del centro moderno calle Palma, donde la plaza de la Independencia y el oratorio de la Virgen formaban el eje central. Detrás del oratorio, el monumento dedicado a los héroes de la guerra empezaba la formación del futuro complejo patriótico. En esta época, la antigua casa de López existía todavía, calle Palma, a la izquierda del oratorio y del Club Nacionalfundado por los hermanos López. Del mismo modo, las fechas de la memoria lopista, de manera empírica, comenzaron a ritualizar el año cívico, con la celebración ya casi consensual del 1° de marzo y de manera aún esporádica la del 24 de julio. La rehabilitación de López falló en el Parlamento en 1926[24]. En esta sesión sólo los liberales estaban presentes. Pero hay que observar a través de estas manifestaciones, cómo los nacionalistas paraguayos nacionalizaron el centro-ciudad, ocupándolo en masa y marcándole con una simbología patriótica: monumentos, nombres de calles, que ponían en representación la memoria heroica del Paraguay de López en la guerra.
25 Juan Stefanich, El Paraguay en febrero de 1936, Buenos Aires, El Mundo Nuevo, 1946.
25 El consenso de memoria se realizó durante la contienda en el Chaco. La nueva generación de combatientes, y más generalmente toda la sociedad, recibió esta nueva guerra a través de la resonancia de la anterior. El nacionalismo agresivo que se reforzó contra Bolivia asoció "la inmolación" de los abuelos con "la defensa del Chaco". La guerra contra Bolivia apareció como un nuevo acontecimiento probatorio, permitiendo comprobar la dignidad de la nueva generación respecto al sacrificio de los abuelos. El Gobierno golpista del coronel Franco realizó la rehabilitación del mariscal López en 1936, inmediatamente después de la segunda guerra. Las leyes de desnacionalización de López fueron abrogadas desde el primer Consejo de Ministros, quien tomo la decisión de transferir sus cenizas con Fausto al panteón. Tomada en la urgencia, esta medida dicha de la "restauración histórica" apareció como una absoluta necesidad para el Gobierno golpista[25]. En realidad, esta decisión simbólica era la única consensual que el nuevo régimen estaba en condición de tomar. Era llevada por la movilización moral contra Bolivia, y la exaltación patriótica incesante desde el final de los años veinte.
26 Así, el Paraguay estaba en condición de instalar una nueva tradición, en ruptura con la tradición republicana.
Dictadura, historia y enceramiento
27La tradición republicana estaba basada en particular sobre una simbología abstracta a vocación universal. La nueva tradición celebró los valores nacionales declinados principalmente a través del militarismo, del personalismo, la simbología de la nación y del Estado. Por ejemplo, la calle "14 de julio", antiguamente calle "Progreso", recibió en 1940 el nombre de "Presidente Estigarribia", dicho por hábito "Mariscal Estigarribia".
26 Oscar Creydt,Formación Histórica de la Nación Paraguaya. Pensamiento y vida del autor, Asunción, (...)
27 Cf. El día de los héroes, 1° de marzo del 1948, emisión « Hora de la Liberación paraguaya », radio (...)
28 Los regímenes militares instauraron efectivamente una historia oficial basada en el culto de los héroes. Pero ésta estaba en fase con el imaginario colectivo. El conjunto de las corrientes políticas, incluidos los comunistas[26], los febreristas y los liberales[27] –hasta en el momento de la guerra civil de 1947– interiorizaban esta representación del heroísmo nacional y el del jefe en Cerro Corá, así como para unos el mito asociado de la edad de oro paraguaya en el siglo XIX.
29 Pero, aplicándose una política conmemorativa sofisticada siempre reforzada, de Franco hasta Stroessner, las dictaduras petrificaron la representación, modelando el macizo de la Guerra de la Triple Alianza como substrato de la identidad nacional. Transformaron el Paraguay en un país memoria, y levantaron la historia como un instrumento mayor de su dispositivo de control y de aislamiento de la población. En el Paraguay del general Stroessner, el siglo XIX alejado parecía más cercano que las décadas del siglo XX que acababan de pasar. En la continuación de la retórica elaborada por Juan O' Leary, la ideología stronista instaló el sentimiento de una consubstancialidad entre la edad de oro de López y la de Stroessner. Mientras que el momento liberal se precipitaba en las mazmorras de la historia. La relación al tiempo era entonces singular. El sentimiento de una proximidad con un pasado distante luminoso era tan intenso que una impresión confusa señalaba la distancia con un ayer liberal cercano pero trastornado.
28 Alfredo Stroessner,Política y estrategia del Desarrollo, Asunción, Biblioteca colorados contemporaneos (...)
29 Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, álbum de fotos personal.
30 En la prolongación de sus antecesores Stroessner consideraba la historia, en particular la de la guerra de la Triple Alianza, como un asunto de Estado[28]. Varias señales marcaron su toma de función en este sentido. Su investidura a la Presidencia de la República, el 14 de agosto del 1954, fue honrada por la visita de Perón venido a devolver los trofeos de la guerra del Paraguay. Del mismo modo, en la primera celebración de la fiesta nacional bajo su mandato, el 1° de marzo del 1955, inauguró la plaza de los Héroes, en su presencia, un monumento rindiendo homenaje "al historiador nacional" Juan O' Leary[29]. Desde un cierto punto de vista este último era uno de los ideólogos de la dictadura. Su visión de la historia proporcionaba las bases morales del régimen autoritario: tras el caos y las guerras civiles cuya República liberal era supuesta llevar la responsabilidad, Stroessner vino a reanudar el hilo del tiempo con el viejo Paraguay independiente de Francia y de los López. Según la retórica stronista, Francia era el fundador de la soberanía nacional, Carlos Antonio López el constructor del Paraguay moderno, y el mariscal López el héroe supremo e inaccesible inmolado en Cerro Corá. Stroessner era el "continuador", el heredero en línea directa de los próceres de la patria. Él mismo, héroe de la guerra del Chaco, aseguraba la sucesión del general Bernardino Caballero: presentado como el último teniente del mariscal López y el único fundador del partido colorado, este último era el "reconstructor" del Paraguay en la posguerra. Desde luego, Stroessner era el "segundo reconstructor". Entre el general Caballero y el general Stroessner, el Paraguay liberal había perdido su alma. Destruido por los intereses particulares, inspirados por el extranjero, se había hundido en el caos. Este paréntesis histórico estaba condenado al olvido. Era una evidencia. El Paraguay era grande sólo cuando era unido y dirigido por jefes auténticos, amparándole de sus vecinos.
31 Esta representación de la historia, difundida también por el partido colorado, por el ejército, la escuela, el aparato de Estado, los medios de comunicación, envolvía a toda la sociedad paraguaya. Los favores de la dictadura para la pompa y el monumentalismo reforzaron la densificación del entorno de memoria: lugares históricos que exaltaban el sacrificio (Vapor Cué, Minas Cué, Humaitá, Cerro Corrá etc.), manifestaciones, discursos incesantes y otros vectores de imaginario. El vaivén permanente entre el pasado de López y el presente de Stroessner, con un discurso envolvente, producía no solamente un sentimiento de consubstancialidad entre el pasado y el presente, sino inducía también una concepción estática del tiempo. Por lo tanto, cada uno podía satisfacerse de vivir el entre-sí, en un Paraguay eterno, aislado de las convulsiones del mundo. En resonancia con una cultura introvertida, esta visión insular de la potencia, participó plenamente del dispositivo de aislamiento y de consentimiento a la dictadura. Formaba uno de las señales esenciales de la construcción de las identidades colectivas. Por lo tanto, la exaltación de una historia patriótica, épica, viril, cuyo apogeo se situó en las conmemoraciones del centenario "de la epopeya nacional" entre 1964 y 1970, era integrada por el conjunto de las sensibilidades políticas, hasta los febreristas y los liberales de oposición presentes a Asunción, y a los comunistas exiliados en Buenos Aires. Ciertamente, la fuerza del discurso envolvente impregnó duraderamente el imaginario colectivo. Pero como se lo dijo, la imposición del relato referencial de la guerra de la Triple Alianza era muy anterior a la dictadura stronista. Alfredo Stroessner, nacido en 1912, entrado en el ejército como cadete de la escuela militar en 1929, excombatiente de la guerra del Chaco, compartía también las referencias de su generación.
Conclusión
32 En el contexto de la transición política empezada en 1989, revisar la historia, reconsiderar la relación que la sociedad establece con el pasado en las prácticas y las representaciones, inventar una tradición constituye un desafío para una sociedad en cambio.
33 Como lo hemos observado en introducción, veinte años después, se constata la inercia de la representación del pasado heroico y sacrificial. Sin embargo, a partir de los años noventa, el poder dejó de imponer la hegemonía de la historia oficial. Las conmemoraciones ya no son momentos de movilización obligatoria. Los archivos públicos se abrieron de manera empírica. Se autorizaron inmediatamente las publicaciones críticas. Pero no se produjo una ruptura clara entre la dictadura y la democracia. La transición se operó desde arriba, en un contexto de viscosidad del Estado. Sin depuración. Con una perpetuación relativa de las élites dirigentes, la inercia de las culturas y de las prácticas políticas y profesionales. La permanencia de las representaciones mentales en las fases de mutaciones sociales es un fenómeno común. Es aún más en las prácticas donde se puede observar un cambio cultural significativo en relación al pasado, en particular, por lo que se refiere al macizo de la guerra de la Triple Alianza.
30 Milda M. Rivarola, « Filosofías, pedagogías y percepción colectiva de la historia en el Paraguay » (...)
34 La reflexión iniciada por intelectuales, desde el final de la dictadura, para refundir la historia de tal forma que responda a los desafíos de la construcción de una democracia moderna, se concretiza en la publicación de una nueva generación de manuales escolares abiertos sobre una historia crítica y conectada al mundo, tratando más de los hechos sociales, económicos y culturales[30]. Democratizar la historia induce la capacidad cultural para salir del relato heroico, y de las figuras militares y patriarcales exclusivas. Este compromiso intelectual se acompañó de una apertura de la investigación en historia contemporánea. Así, progresivamente el velo sobre el Paraguay liberal se retira, dejando aparecer el tiempo en que surgió el feminismo, donde existía un movimiento obrero combativo, un tiempo de efervescencia cultural también, ya que existía un debate contradictorio, abierto y animado sobre la sociedad.
35 Así, desde los años noventa, de nuevo, la historia es objeto de debates públicos contradictorios. Los debates no se limitan a la dictadura. Se refieren también a la historia que ésta legó. Así pues, la gran conmemoración heredada de la coyuntura autoritaria, el 1° de marzo "día de los héroes", plantea problema. En 2006, el diario Ultima Hora titulaba: "El Mariscal López: ¿Héroe máximo o un cruel tirano?". Intelectuales conocidos respondieron en las páginas interiores. Lo más interesante es que los argumentos que levantaron revelaron un verdadero cansancio hacia el culto de los héroes, el rechazo de la personalización de la historia y su reducción a los acontecimientos militares. Señal de esta democratización de la memoria, a través de cartas de los lectores, la prensa se interesó ese día en los “los héroes” ordinarios de la guerra de la Triple Alianza, así como por los héroes de todos los días.
36 Una generación después del final de la dictadura, el movimiento observable en el Paraguay comprueba el reblandecimiento del macizo de la guerra de la Triple Alianza y el desvanecimiento del sentimiento de consubstancialidad entre el pasado y el presente. Podría ser la expresión de una sociedad cuya consolidación democrática tiene por corolario el proceso de individualización, la reciente articulación a las circulaciones culturales internacionales, una sociedad en fase con la globalización mirando más hacia el futuro que lo hacía en la coyuntura anterior donde el tiempo se había puesto en suspenso. Pero la representación del heroísmo nacional, emanando de la dinámica identitaria del principio del siglo XX, sigue siendo fuerte. Sin embargo más allá de la inercia del imaginario, la democratización de la sociedad genera cambios significativos en la relación al pasado. Los pedagogos perciben la historia como un lugar de formación cívico, y no como el fundamento de un catecismo nacional. Reconsiderar la relación al pasado es una inmensa obra abierta por la sociedad paraguaya para dotarse de una nueva tradición que responda a los desafíos de la democratización y de la integración regional.
37 Mis agradecimientos a Gerard Borras para su ayuda en organizar el texto en castellano.
Notas
[1] Delicia Villagra Batoux, « À propos de l’œuvre de Carlos Martínez Gamba Ñorairõ ñemombe’u Gérra Guasúrõ guare, guarani ñe’ê pu joapýpe (Chroniques rimées des batailles de la Grande Guerre en guarani) », en Nicolas Richard (e.a.),Les guerres du Paraguay aux XIXe et XXe siècles, Paris, CoLibris, 2007, p. 355-364.
[2] Eric Hobsbawm and Terence Ranger (dir.), The Invention of Tradition, Cambridge, Cambridge University Press, 1983.
[3] Léer en particular el ensayo fundamental de Guido Rodríguez Alcalá,Ideología autoritaria, Asunción, RP ediciones, 1987.
[4] Tésis presenta en Luc Capdevila, Une guerre totale, Paraguay 1864-1870. Essai d’histoire du temps présent, Rennes, PUR, 2007.
[5] Léer Francisco Doratioto, Maldita Guerra. Nova história da Guerra do Paraguai, São Paulo, Companhia Das Letras, 2002 (2004 para la edición argentina), y Harris Gaylord Warren, Paraguay and the Triple Alliance. The Postwar Decade, 1869-1878, Austin, University of Texas, 1978.
[6] Liliana M. Brezzo & Beatriz Figallo, La Argentina y el Paraguay, de la guerra a la integración, Rosário, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica Argentina, 1999.
[7] Algunos datos sobre este tema en Saturnino Ferreira Pérez, Testimonios de un capitán de la guerra del 70 (Justiniano Rodas Benítez), Asunción, Paraguay, 1989.
[8] Osvaldo Kallsen, Asunción y sus calles, Asunción, Junta municipal, 1998.
[9] Cf. Carlos R. Centurión, Historia de las letras paraguayas, 3 tomos, Buenos Aires, 1947, y Historia de la cultura paraguaya, 2 tomos, Asunción, Biblioteca Ortiz Guerrero, 1961. Igualmente, ver la tésis de Claudia Castro, Historia y Ficción: Caballero de Guido Rodríguez Alcalá, Asunción, Ed. Don Bosco, 1997, y la de Mar Langa Pizarro, Guido Rodríguez Alcalá en el contexto de la narrativa histórica paraguaya, defendida en la universidad de Alicante (España) en 2001.
[10] Juan Silvano Godoi, Monografias Históricas, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1893.
[11] Archivo del Ministerio de Defensa Nacional Asunción, « Veteranos reconocidos » y « no reconocidos ».
[12] Luc Capdevila, « Les vétérans paraguayens de la guerre de la Triple Alliance, des oubliés de l’histoire ? », en Nicolas Richard (e.a.), Les guerres du Paraguay, aux XIXe et XXe siècles, Paris, Colibris, 2007, p. 169-180.
[13] Biblioteca del Museo de Historia Militar, Asunción, archivo Gill Aguinaga.
[14] Francisco I. Resquin, Datos históricos de la guerra del Paraguay con la Tripla Alianza, Asunción, El Lector, 1996, p. 144 (1896 para la primera edición).
[15] Archivo del Ministerio de Defensa Nacional Asunción, « Veteranos reconocidos » y « no
reconocidos ».
[16] Por ejemplo el discurso del excombatiente Florentín Centurión plaza Uruguaya, La Patria, 5 janvier 1903.
[17] Arsenio López Decoud (e. a.), La República del Paraguay, un siglo de vida nacional, 1811-1911, Buenos Aires, Talleres gráficos de la Cia general de fósforos, 1911.
[18] Liliana M. Brezzo, Aislamiento, Nación e Historia en el Río de la Plata: Argentina y Paraguay. Siglos XVIII-XX, Rosario, Instituto de Historia – UCA, 2005.
[19] Léer en particular Juan E. O’ Leary, Apostolado patriótico, Asunción, 1930.
[16] Por ejemplo el discurso del excombatiente Florentín Centurión plaza Uruguaya, La Patria, 5 janvier 1903.
[17] Arsenio López Decoud (e. a.), La República del Paraguay, un siglo de vida nacional, 1811-1911, Buenos Aires, Talleres gráficos de la Cia general de fósforos, 1911.
[18] Liliana M. Brezzo, Aislamiento, Nación e Historia en el Río de la Plata: Argentina y Paraguay. Siglos XVIII-XX, Rosario, Instituto de Historia – UCA, 2005.
[19] Léer en particular Juan E. O’ Leary, Apostolado patriótico, Asunción, 1930.
[20] Por ejemplo, Junta Patriótica Paraguaya, El Mariscal Francisco Solano López, Asunción, 1926; y Héctor Francisco Decoud, Guerra del Paraguay. La Masacre de Concepción ordenada por el Mariscal López, Buenos Aires, Imp. Serantes Hnos, 1926.
[21] Biblioteca del Museo de Etnografía Andrés Barbero (Asunción).
[22] Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, n° 5, Comité de homenaje al Mariscal López, Asunción, 8 de marzo del 1926.
[23] Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, carta del Comité de homenaje al Mariscal López preparando una grande manifestación popular para el 24 de julio del 1926.
[24] El Mariscal López, Una sesión en la Cámara de Diputados, 31 de agosto de 1926, Asunción, Archivo del Liberalismo, Cuadernos Históricos n° 4, 1988.
[25] Juan Stefanich, El Paraguay en febrero de 1936, Buenos Aires, El Mundo Nuevo, 1946.
[26] Oscar Creydt, Formación Histórica de la Nación Paraguaya. Pensamiento y vida del autor, Asunción, ServiLibro, 2002.
[27] Cf. El día de los héroes, 1° de marzo del 1948, emisión « Hora de la Liberación
[21] Biblioteca del Museo de Etnografía Andrés Barbero (Asunción).
[22] Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, n° 5, Comité de homenaje al Mariscal López, Asunción, 8 de marzo del 1926.
[23] Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, carpeta XLV, carta del Comité de homenaje al Mariscal López preparando una grande manifestación popular para el 24 de julio del 1926.
[24] El Mariscal López, Una sesión en la Cámara de Diputados, 31 de agosto de 1926, Asunción, Archivo del Liberalismo, Cuadernos Históricos n° 4, 1988.
[25] Juan Stefanich, El Paraguay en febrero de 1936, Buenos Aires, El Mundo Nuevo, 1946.
[26] Oscar Creydt, Formación Histórica de la Nación Paraguaya. Pensamiento y vida del autor, Asunción, ServiLibro, 2002.
[27] Cf. El día de los héroes, 1° de marzo del 1948, emisión « Hora de la Liberación
paraguaya », radios Ariel y El Espectador, en Carlos Pastore, El Paraguay y la tiranía de Morínigo, Asunción Archivo del Liberalismo, 1988, p. 49.
[28] Alfredo Stroessner, Política y estrategia del Desarrollo, Asunción, Biblioteca colorados contemporáneos, n° 1, 1977. Capítulo « Nacionalismo – Nuestra vocación nacionalista e histórica », p. 69-91.
[29] Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, álbum de fotos personal.
[30] Milda M. Rivarola, « Filosofías, pedagogías y percepción colectiva de la historia en el Paraguay », Revista Paraguaya de Sociología, vol. 38, n° 111/112, 2001, p. 37-58
[28] Alfredo Stroessner, Política y estrategia del Desarrollo, Asunción, Biblioteca colorados contemporáneos, n° 1, 1977. Capítulo « Nacionalismo – Nuestra vocación nacionalista e histórica », p. 69-91.
[29] Biblioteca Nacional de Asunción, archivo O’Leary, álbum de fotos personal.
[30] Milda M. Rivarola, « Filosofías, pedagogías y percepción colectiva de la historia en el Paraguay », Revista Paraguaya de Sociología, vol. 38, n° 111/112, 2001, p. 37-58
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