II Audiencia Pública Internacional sobre Exilio Paraguayo en la Frontera Argentina
Participación de Expertos
Mgter. Ana María Gorosito Kramer. Antropóloga Social, Docente de la Universidad Nacional de Misiones, Experta en relaciones interétnicas e identidad
“Quienes han degradado al ser humano, quienes han pervertido su cuerpo, abusado de las debilidades del cuerpo, de sus excretas, de su hambre, de su dolor, de su miedo, no tienen el rango de ser humano, no me reconozco en ellos. Es en el ejercicio de la piedad, de la dignidad, del amor al prójimo, donde somos seres humanos completos..."
He sido presentada como experta, y quiero advertir que si alguna experiencia tengo es la que me han dado los años, pero de ninguna manera me he vuelto experta en exilio, apenas una profesora universitaria.
Escuchando estos testimonios, sentí muy recurrentemente la sensación de que a pesar de que como todos los que han vivido bastante, que es mi caso, hemos pasado dolores, me consideré muchas veces esta mañana, bendecida, porque ninguno de estos tremendos dolores que fueron narrados acá me fue tocado sufrir, desde esa posición humilde que me da el no haber experimentado esos dolores y de ese acercamiento profundo que siento por aquellos que lo sintieron, y que tienen en este lugar por fin un foro para expresarlo, es de ahí desde donde hablo, no, de ninguna manera, desde el lugar de especialista, desde el lugar de cualquiera de nosotros hoy en esta sala, conmovidos por lo que escuchamos.
Mientras tomaba nota, sabiendo que iba a llegar el momento en que tenía que hacer esta especie de intervalo antes de pasar al tan necesario debate, y escuchando cosas que en la Argentina especialmente hemos escuchado mucho, en relación con la historia de nuestro país, pero que también en Occidente hemos escuchado en relación con el horror alemán de la guerra, Auschwitz y tantos otros campos de concentración, la idea esta de la degradación, que -en algún momento- en el siglo de la razón, de la ciencia, que fue el Siglo XX, se impuso el modelo de la degradación, degradar al ser humano, de manera que perdiera su condición de tal.
Parte de esa degradación ha pasado -al menos en lo que escuchamos acá- por una amputación del sujeto, amputación en su historia. Escuchamos varias veces ¿quién soy, de dónde vengo, quiénes son mis padres, dónde nací, cuándo nací, dónde está mi familia?
En otras oportunidades y en otros contextos he llegado a la conclusión de que el derecho a la familia es un derecho francamente fragmentado en nuestras sociedades.
Si ustedes se detienen a ver la historia de la gente humilde, por ejemplo en Misiones, se darán cuenta que su historia es la historia de la desagregación de su grupo familiar y de la imposibilidad de reunirlo, de reencontrarlo, de hacer esa transmisión, donde uno es el heredero de un legado espiritual que es el legado familiar.
Pero esto que las circunstancias sociales, que una sociedad extremadamente clasista como la nuestra produce, aquí fue objeto de una técnica sistemática, amputar la historia de las personas, amputar su pasado, que es también amputar el lugar donde llorar a sus muertos, terrible cuestión, todavía pendiente en la Argentina ¿dónde están sus restos, donde puedo ir a llorarlo? ya que lo que ocurrió es irreversible. Fíjense hasta dónde llega la mano de la degradación del sujeto, quitándole esta posibilidad.
Aquí escuchamos otra dimensión, que es amputar el futuro, la imposibilidad de ese sujeto que ha quedado a merced de sí mismo, sólo de sí mismo, sin poder usar su experiencia, sin poder usar su círculo de amigos, sin encontrar -digamos- ese entorno que todos necesitamos para crecer, se le quita el futuro.
“Yo no podía hacer nada”, dijo un testimoniante. “Yo me negaba a comprar un terreno, no me quería casar”, estaba imposibilitado, amputado -diría yo- de poder trazar un futuro.
Creo que ese mismo testimoniante fue el que habló de terruño, miren qué idea, qué cálida que es esa noción, la noción de terruño; donde mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mi descendencia nos reconocemos y nos reconocemos también por los olores, por los sonidos, por el ciclo de las estaciones, por aquello que solíamos celebrar, todo eso es el terruño y todo eso es borrado, amputado, de la persona exiliada.
La primera testimoniante habló de su hija en Cuba, y es cierto, muchos de nosotros -yo misma- tenemos esa historia, nos hemos arrancado del terruño en un acto de libertad creadora, nos hemos ido a buscar trabajo, a estudiar a otros lugares, nos arrancamos del terruño y el terruño iba con nosotros.
Pero la situación del exilio es tan diferente, ahí no hay libertad, hay expulsión y -como dije- enclaustramiento de ese ser humano dentro de sí mismo, encontrando dentro de sí mismo la fortaleza para seguir, porque todos los otros lazos que formaron parte de su realidad ya no están más, desaparecieron.
Como argentina que soy, tengo que agregar algo más: estos exiliados paraguayos o hijos de exiliados que pasaron a la Argentina, no sólo vivieron la persecución que alcanzó también a los ciudadanos argentinos, que nos alcanzó a nosotros. Tengo que decirlo por lealtad, se encontraron en un medio que los menospreciaba.
En este país y en algunas regiones calientes de nuestro país -fronterizas- la condición de paraguayo era una condición de menosprecio. Cuando yo llegué a vivir a esta provincia, un síntoma que encontraba de esto, era que nadie reconocía hablar guaraní, tuvo que pasar un tiempo hasta que fui aceptada en las cocinas de las casas y ahí me encontré con ese lenguaje, que se ocultaba.
Entonces, como argentina, quiero agregar esto, mis disculpas en nombre de algo que yo no cometí.
- Aplausos.
Aquí se habló y esto me impresionó mucho, es que mientras se amputa la historia personal de la gente y la posibilidad de una historia común, por otro lado se ha gestado otra memoria. Yo, que trabajo mucho con los pueblos indígenas y especialmente guaraníes, esta memoria, esta transmisión oral, esto que se mantiene en nuestras cabezas y que es la memoria de los compañeros, las imágenes casi fotográficas de algunas situaciones, especialmente dramáticas y la memoria de los nombres de los torturadores. Esta memoria extraordinaria, que cada uno de nosotros porta, como aquellos ciudadanos de esa novela de Bradbury, Farenheit, que cada uno llevaba su libro en la cabeza, esperando el momento de la libertad, para volverlos a poner en el papel; esta es la clase de memoria que hoy está en este salón ahora y hay muchas más de esas memorias, y aquí entonces, un homenaje a Roa Bastos, porque él levantó la dignidad de este hecho. Esta memoria maravillosa que la trans-misión oral permite.
- Aplausos.
Poquitas cosas más, porque me han dicho que hable muy poco, pero este tema es absolutamente movilizante.
Yo creo y esto es muy discutible por cierto, pero no es un tema de discusión para el día de hoy. Creo que la condición humana no se alcanza por el mero hecho de nacer humano. La condición humana es un trabajo que se alcanza por un dominio de la voluntad y sobre todo por la construcción de algo, que desde Rousseau en más creo que nos caracteriza o debería, como un valor occidental y ese valor es la piedad, el ponerse en el lugar del prójimo.
Si lo pienso de esta manera, no todos hacemos ese trabajo y entonces, señores, escuchando las cosas que hoy escuché, digo, no todas las personas que fueron mencionadas acá, alcanzan la dignidad y el rango de seres humanos. Quienes han degradado al ser humano, quienes han pervertido su cuerpo, abusado de las debilidades del cuerpo, de sus excretas, de su hambre, de su dolor, de su miedo; no tienen el rango de ser humano, no me reconozco en ellos como mis hermanos seres humanos. Es en el ejercicio de la piedad, de la dignidad, del amor al prójimo, donde somos seres humanos completos.
Aunque esta discusión seguramente va a ir por el campo que debe ser tratado, el del exilio, como un derecho humano absolutamente perturbado, que no alcanza a una persona, sino a una familia y a un pueblo, se van a hablar de estas cosas, se va a hablar de tortura. Hay un delito del que nadie habla, porque no es un delito comprobable y que sin embargo es la nuez de toda esta cuestión. Una cosa son los gobiernos dictatoriales, pero los gobiernos dictatoriales necesitan de esta otra nuez, que es la que me hace pensar en la cuestión de los límites de la condición humana y ese delito menor es el de la delación, el que delata, el que se mete en la vida del prójimo, no con un sentimiento de amor, de compasión, de acompañamiento, sino para denunciarlo, para registrar sus hechos, ese también es un ser humano minimizado, ha renunciado a su condición de ser humano, prefiere ser un siervo, un aparato, un ser abyecto, abominable...
Uno de los testimoniantes, decía: yo no era nada, porque no tenía documento de identidad, fíjense que terrible, la burocratización de la identidad, uno no es si no tiene papeles. En esta cuestión de la burocratización de los valores supremos de Occidente, aquellos que forman el pacto social como el valor de la piedad, si la identidad es burocratizada, ahí se pierde el valor de la identidad; si la Justicia -y yo estoy hablando en un Palacio de Justicia- si la Justicia es burocratizada, se somete a la burocracia administrativa del procedimiento, deja de ser justicia.
Y volviendo a la cuestión de la Argentina, hace pocos días escuché de un testimoniante lo siguiente: en la Argentina hubo 360 centros clandestinos de detención, torturas y desaparición de personas. En ese mismo momento sólo 150 personas están siendo procesadas, ni siquiera uno por la mitad de esos centros clandestinos, entre nosotros, circulan entonces esos seres humanos que degradándonos se degradaron y que al degradarse han degradado la sociedad que queremos construir como sabia, justa, buena y con igualdad de oportunidades para todos. Feliz debate amigos.
Dr. Roberto Carlos Abínzano. Antropólogo Social, Docente de la Universidad Nacional de Misiones, Experto en Estudios Regionales e Integración
“Las dictaduras habían inventado la integración del terror y de la represión; y ahora nosotros estamos empeñados en crear la integración de la Memoria y la Justicia.
Pensamos en el futuro y en todos los proyectos que podemos realizar juntos, que son innumerables y pensamos también, que una integración verdadera empieza por instalar la cultura de la cooperación y de la lucha mancomunada por los Derechos Humanos, la Libertad, la Democracia y, sobre todo, la resistencia al imperialismo”.
Se me ha invitado como un experto en temas regionales, eso fue lo que me dijeron y voy a citar a un exiliado muy famoso: Charles Chaplin, a quien lo echó el Macartismo de Estados Unido. Chaplin dijo una vez: “la vida es tan corta, que sólo podemos ser aficionados” o sea que más que como experto, me voy a presentar como un aficionado a los temas regionales.
Saludo a las organizaciones que han convocado este encuentro, que me parece importantísimo. Estuve en los últimos 15, 16 años, trabajando en el proceso de integración en las áreas de frontera, en cientos de reuniones y esta es una de las más importantes, por su contenido político y por sus posibilidades de proyección.
Cuando la Licenciada Diana Arellano, que está presente aquí, que es investigadora, colega de la universidad, propuso incluir el proyecto CEDAPPA, que como ustedes saben, es el Centro de Estudios, Documentación y Archivos del Pueblo Paraguayo en la Argentina, en mi viejo proyecto sobre integración en las regiones de frontera, mejor dicho, de las relaciones que se dan a través de las fronteras, esas relaciones a veces misteriosas, desconocidas y a veces no, que se dan entre movimientos sociales, organizaciones sociales, etc. en forma más o menos sistemática o en forma esporádica, en ese momento, sentí que si esa iniciativa del CEDAPPA -que hoy se concreta, por ejemplo, en este encuentro, entre otros organizadores- se concretaba, íbamos a poder establecer nuevos lazos de compromiso, solidaridad y objetivos comunes, con numerosas instituciones y hermanos paraguayos, para consolidar una idea que desde hace muchos años venimos apoyando, con una actitud muy alejada de la neutralidad científica.
Hablo como científico social, que estudia la realidad social. La ciencia debe ser objetiva, pero no neutral, esta es una antigua discusión. El científico que fabrica un arma de destrucción masiva, no es inocente, podrá argüir que será utilizada para combatir por una causa justa, pero no hay causa que justifique la existencia de cierto tipo de arma. Yo estoy aquí como científico social y no como político partidario, pero la política es consustancial con cualquier actividad humana y asumo la dimensión política de mi práctica y de lo que voy a decir ahora.
Nuestras investigaciones y relaciones transfronterizas, provienen del mismo momento en que nos propusimos entender cómo se había formado la sociedad regional y ese objetivo, nos condujo a una certeza inevitable: para entender la historia cultural, social y económica de la región, era necesario comenzar por situarla en un marco mayor que incluía a Paraguay y el Sur de Brasil, pero este conocimiento que fuimos sedimentando paulatinamente, a lo largo de los años, sólo cobró sentido pleno cuando de alguna forma pudimos ponerlo al servicio de movimientos y organizaciones sociales regionales, de instituciones diversas de los tres países, de escuelas, institutos o cooperativas, que organizaban actividades para comprender mejor los cambios que se están produciendo como consecuencia de los tratados de integración y del MERCOSUR.
Estos movimientos, que eran de muy diverso origen y que representaban a distintas actividades, pudieron, más allá de las diferencias idiomáticas, nacionales, prejuicios, preconceptos, desconfianza, temores, realizar numerosas actividades conjuntas, demostrando que las fronteras políticas y jurídicas esconden las verdaderas relaciones entre los pueblos, que se remontan históricamente hasta nuestros orígenes.
Nuestras naciones se formaron artificialmente, separando sociedades que nunca debieron distanciarse y mucho menos enfrentarse en guerras inducidas desde poderes extranjeros, que constituyen algunas de las experiencias más ignominiosas que hemos protagonizado, me refiero concretamente a la Guerra de la Triple Alianza, guerra que es necesario reescribir juntos, buscando la verdadera explicación de sus causas y, sobre todo de sus consecuencias: el genocidio del pueblo paraguayo y la destrucción de su desarrollo inédito en la región para imponerle un modelo de dominación económica.
En una de las múltiples reuniones a las que asistimos en Paraguay para declarar al idioma guaraní como lengua oficial del Mercosur, junto al castellano y al portugués, tuve la oportunidad de manifestar que eran infinitas las posibilidades de construcción de un futuro común y que esa integración debía ser edificada en forma concreta y no solo reclamativa, que debía además, ser absolutamente equitativa. Para lograr la distribución igualitaria de los beneficios, era necesario apostar a todos los factores que no fueran exclusivamente económicos y que fundamentalmente sus bases debían consistir en la defensa de los Derechos Humanos, la Democracia, la vigencia del Estado de Derecho, el desarrollo, la defensa de los ecosistemas compartidos, la distribución justa de la riqueza y la resistencia a todo poder externo.
Nuestros pueblos han protagonizado diversos procesos similares que son tan o más fuertes que los factores identificatorios de nuestro origen compartido. Hemos atravesado etapas similares que solo pueden explicarse por el carácter dependiente de nuestras débiles naciones frente a los imperios de turno. Trataron de convencernos que el imperialismo era una noción del pasado, se trataba de un anacronismo sin sustento. Un político argentino dijo alguna vez, que solo existía el imperialismo de la estupidez, un ministro de economía, dijo que era lo mismo fabricar caramelos que autos y un famoso periodista, cómplice de todas las dictaduras, dijo, “¿dónde está la soberanía?” agarró un teléfono que tenía sobre la mesa y dijo: “yo abro este teléfono lo desarmo y no veo ninguna soberanía”. Estaban por privatizar los teléfonos… Y así los ejemplos serían innumerables, ejemplos de ese permanente lavado de cerebro.
Todas las dictaduras militares de Argentina y de otros países hermanos, tuvieron ministros de economías liberales y también en otras carteras que se decían liberales y eso no es una contradicción, cuando el capitalismo salvaje está en peligro, deja de lado sus principios filosóficos, y se hace autoritario y fascista pudiendo llegar si es necesario al genocidio. Porque qué otra cosa es el fascismo sino la burguesía asustada, como se ha dicho muchas veces. Todas las dictaduras que hemos padecido se definen como defensoras de la libertad y la democracia occidental, pero son dictaduras precisamente para evitar que exista una verdadera democracia, porque si esto fuera así, con la profundización de una democracia genuina, podrían realizarse todos los cambios que reclaman los pueblos para terminar con la injusticia social, la explotación, la sumisión, ante el imperialismo y sobre todo la vigencia de una justicia con memoria.
Bien, existe un estado imperial, y quizás más de uno y existe un sistema imperial del que todos formamos parte. Dentro de ese sistema imperial debemos situar nuestras realidades particulares para que adquieran sentido. La operación Cóndor, o la Doctrina de Seguridad Nacional ejemplifican muy bien a qué me refiero con formar parte del sistema imperial.
Cuando las pantallas de televisión están ocupadas en todo el mundo por un 85 por ciento de producciones norteamericanas, entonces entendemos qué es el sistema imperial. Cuando se invaden países sin ninguna legalidad y ninguna legitimidad vemos cómo funcionan las cosas en este sistema mundial hegemónico.
Ustedes pensarán que estas reflexiones no se vinculan directamente al motivo de este encuentro y, sin embargo, yo creo que tienen una relación directa. Las embajadas de Estados Unidos en nuestros países tenían toda la información que hoy estamos tratando de reconstruir, sabían perfectamente lo que ocurría y con su reiterado cinismo, abogaban por la defensa de los Derechos humanos. Un día, todos recuperamos la democracia, todos al mismo tiempo, meses más, meses menos, años más, años menos. Y eso, porque para privatizar todas las empresas del Estado, des-regular la economía, entregar todo el patrimonio y los recursos naturales, era necesario que estuvieran funcionando ficciones de parlamentos y que existiera una democracia formal e institucional. Los militares ya habían cumplido su tarea de genocidio y luego, por otros medios, se encargarían de manipular a los líderes civiles, corruptos y decadentes, que concretarían la perversa tarea de instalar el neoliberalismo y, por otra parte, de borrar de la memoria del pueblo, los crímenes de Estado que los precedieron; sin que esto signifique restar importancia, por ejemplo, al Juicio a las Juntas Militares, lo que hizo más dolorosas las claudicaciones posteriores.
Las dictaduras habían inventado la integración del terror y de la represión; y ahora nosotros estamos empeñados en crear la integración de la Memoria y la Justicia.
Pensamos en el futuro y en todos los proyectos que podemos realizar juntos, que son innumerables y pensamos también, que una integración verdadera empieza por instalar la cultura de la cooperación y de la lucha mancomunada por los Derechos Humanos, la Libertad, la Democracia y, sobre todo, la resistencia al imperialismo.
Unas últimas palabras sobre el exilio. Durante décadas, miles de latinoamericanos, debieron dejar sus países para refugiarse en países vecinos o en horizontes muchos más lejanos; algunos eran exiliados políticos, cuyas vidas estaban en peligro o cuyas ideas les impedían llevar una vida normal, trabajar o estudiar y eran discriminados y marginados; otros eran los exiliados expulsados por la falta de trabajo, de futuro, por hambre, por injusticia social generalizada, éstos eran los otros desterrados y desarraigados, los emigrantes, que son una forma de exiliados. En nuestra región, recibimos los flujos provenientes de esas dos causas diferentes pero, en el origen de las dos, hay violación de los Derechos Humanos. Un número muy alto de paraguayas y paraguayos, se radicó en Argentina y a despecho de las estadísticas demográficas, el peso cualitativo de esas corrientes, fue mucho más gravitante en nuestra región de frontera; los genes paraguayos corren por nuestra genealogía.
Somos una sociedad de muchas culturas y el aporte paraguayo está entre las principales; muchísimos profesionales paraguayos, técnicos en diferentes oficios, artesanos, trabajadores tanto urbanos como rurales, encontraron un lugar en nuestra sociedad; vinieron prestigiosos médicos, odontólogos, bioquímicos, arquitectos, abogados, mecánicos, constructores, carpinteros, electricistas y también periodistas, escritores, artistas y deportistas para nutrir una sociedad que carecía de esas capacidades. Aquí conformaron sus familias, trabajaron, estudiaron, lucharon y muchas veces la larga mano de la dictadura, los alcanzó aún estando bajo la protección del Estado Argentino que, en las circunstancias que todos conocemos, actuó como cómplice y como parte del plan.
Lo cierto es que todos esos paraguayos que están o estuvieron compartiendo nuestra vida y formaron parte de nuestro mundo, nunca tuvieron que renunciar a ningún atributo de la identidad paraguaya; antes bien, pudieron aquí libremente reunirse, debatir, planificar, soñar con un Paraguay distinto y cuando no pudieron hacerlo, fue porque estaban padeciendo las mismas iniquidades que nosotros.
Cuando ahora, desde este territorio, apoyamos la recuperación de la memoria del pueblo paraguayo en la Argentina, lo hacemos porque estos paraguayos forman parte de nuestra sociedad y nuestra cultura y porque reclaman una justicia que nadie puede soslayar.
En el terreno de los Derechos Humanos no hay fronteras y para construir un futuro común, hay que comenzar por lo más importante: el derrumbe de todos los muros.
Desde nuestra limitada posición de trabajo, investigación y búsqueda, estamos dispuestos a recorrer este camino, junto a nuestros hermanos paraguayos, sus familias y sus descendientes, en búsqueda de la Verdad y la Justicia. Es decir, desde nuestra posición, queremos alentar todas las investigaciones que tengan que ver con el tema que hoy nos reúne. No es solamente por afecto a los paraguayos, que son nuestros buenos vecinos y los queremos mucho, sino porque los consideramos parte de nosotros, han sido y son parte de nuestra sociedad. Gracias.
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